“El camino hacia la santidad no es para perezosos”, dijo el Pontífice al responder una de las preguntas.
“Para hacer el bien y ser santos hay que esforzarse”, añadió, para recordar a continuación que el principal mandamiento es “el amor a Dios y al prójimo”. Además se mostró convencido de que “no podemos hacer otra cosa que compartir el don de su amor con los demás”.
“La paz es Su don, que nos transforma para que nosotros, como miembros de su cuerpo, podamos probar los mismos sentimientos de Jesús, podamos pensar como Él piensa, amar como Él ama”, indicó.
Francisco, al ser preguntado por la paz, dijo también que la búsqueda de esta “comienza por las pequeñas cosas” e invitó a preguntarse siempre qué haría Jesús en casa situación.
También habló sobre el servicio que prestan como monaguillos en la parroquia, invitándolos a “estar en silencio en la presencia del Señor”. “No tengáis miedo de pedir un buen consejo cuando os preguntéis cómo poder servir a Dios y a las personas”, alentó.
Francisco animó a los jóvenes a llevar el Evangelio a todas partes: “buscad conocer y amar cada vez más al Señor Jesús, encontrándolo en la oración, en la Misa, en la lectura del Evangelio, en el rostro de los pequeños y de los pobres. Y buscad ser amigos, con gratuidad, de quien está en torno vuestro, para que un rayo de luz de Jesús pueda llegar a ellos a través de vuestro corazón enamorado de Él.
El Pontífice destacó que “no hay necesidad de muchas palabras, sino que son más importantes los hechos, la cercanía, el servicio. Los jóvenes, como todos los demás, necesitan amigos que den buen ejemplo, que actúen sin pretensiones sin esperar nada a cambio”.
“La fe es esencial, hace vivir. Diría que la fe es como el aire que respiramos. No pensemos en cada respiro lo necesario que es el aire, pero cuando falta o no es pura nos damos cuenta de lo importante que es”.
Francisco habló de la fe al contestar otra pregunta y señaló que “Dios quiere entrar en una relación vital con nosotros, quiere crear relaciones, y nosotros estamos llamados a hacer lo mismo”. “No podemos creer en Dios y pensar ser hijos únicos. Estamos llamados a formar la familia de Dios, es decir, la Iglesia, la comunidad de hermanos y hermanas en Cristo”.
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