Dra. María Cristina Martínez Arrona*
En la actualidad se posee una cultura de imagen y sonido más que de palabras. Se tienen más contactos, pero menos encuentros; comunicaciones breves y gráficas, pero poco profundas; un número significativo de amigos virtuales, pero se percibe soledad y vacío. Estamos perdiendo capacidad de escucha, de comunicación, de diálogo con nosotros mismos y con las personas que nos rodean.
Conversión significa transformación, evolución, cambio, de ahí la invitación a generar espacios para la escucha de la Palabra que nos ayude a recuperar y fortalecer la reflexión, el diálogo y el encuentro. El Antiguo Testamento, cuando habla de como la persona se dirige con un otro, utiliza el término panim que significa rostro, esto es, la parte frontal de la cabeza que permite la comunicación a través de diferentes órganos como son los ojos, la boca y los oídos.
La Escritura busca una experiencia de encuentro con la Persona que está detrás de la palabra que ofrece un diálogo reconfortante y transformador. La trascendencia es fruto del encuentro con el corazón desde la interacción, como dice Proverbios “el agua es el espejo del rostro, el corazón es el espejo del hombre” (27,19). La proximidad ayuda a crear lazos que generan comunión, armonía, presencia y paz.
El tiempo litúrgico nos invita a recuperar los ritos, que como decía el Zorro en El Principito, “es algo demasiado olvidado. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas”. Las tradiciones tienen sentido cuando los ritos y costumbres son actos simbólicos aceptados y con sentido.
El término hebreo “Pesaj” –Pascua- tiene dos significados: la fiesta que conmemora el éxodo judío, el paso de la esclavitud a la libertad; y el “pasar de un salto” del invierno a la primavera. Lo podemos traducir en ‘pasar-saltar’ de la oscuridad a la luz, de la tristeza a la alegría, del dolor al consuelo, de la soledad a la compañía, del vacío a la presencia, y esto lo posibilita la fuerza transformadora del diálogo “que hace que un día sea diferente a otro”.
¿Cómo está mi encuentro con Dios a través de su Palabra? ¿Qué tan significativa es su presencia que me ayuda a “saltar” situaciones difíciles? ¿Es capaz de resucitar realidades de oscuridad y muerte? ¿Qué ritos me ayudan a propiciar el encuentro? La oración, el ayuno, la lectura de la Palabra, el silencio, el encuentro con el otro a través de mi rostro, con la mirada, las palabras y la escucha atenta.
La pobreza del diálogo interpersonal en la sociedad ha engendrado verdaderas situaciones de aislamiento y soledad. Que en este tiempo podamos dar un ‘salto’ en nuestra forma de comunicarnos, procurando que nuestras palabras tengan rostro.
*Jefa de Universidad a Distancia, UNIVA

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