Hoy otra gran fotografía. Ayer acabé de ver Trumbo, sobre la caza de brujas en Hollywood. Una película aburridísima sin ningún interés que nos muestra las desventuras (totalmente previsibles) de un guionista real que acabó en la lista negra. El director necesita hora y media para contarnos que Trumbo lo pasó mal al quedarse sin trabajo, pero que después remontó al volver a ser contratado. ¡Hora y media!
Todo lo contrario de la preciosa película Valerian. La disfruté la primera vez y la estoy disfrutando ahora que la han puesto en televisión. Cuando me gusta un trailer de una película, tengo que esperar un par de años, como mínimo, para poderla grabar en televisión. Pero no tengo prisa. Soy un cinéfilo sin prisa. Ahora me toca esperar unos años a que pongan La reina Margaret y La favorita.
También me toca decidir qué nuevo libro voy a leer en los próximos días, después de acabar la biografía de Pedro Abelardo. Este es un magnífico ejemplo de qué es lo que sucede cuando se separa el cultivo de la Teología de la vida espiritual. Sus aportaciones fueron mínimas y pasajeras; los peligros del racionalismo, grandes.
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