Trabajo para el verano

 
 
Pienso que el verano tiene que servir para no hablar de lo cansados que estamos, de las ilusiones que se nos han quedado por el camino…

En el Magazine de La Vanguardia leo que hay que tomarse el verano con filosofía y, unas páginas más tarde, encuentro la entrevista a Ramon Mirabet, ‘un catalán de voz rota’, que asegura: “cada vez me emociono más, quizás demasiado”. Ramon tiene 34 años, por lo que lo de la emoción no se debe a eso que me pasa a mí, que en cuanto me descuido, se me caen unas lagrimicas.

Hace unos cuantos artículos hablé de ‘la aventura de entusiasmar nuevamente a un mundo cansado’, frase de un Gran Canciller de mi Universidad. Y se me ha ocurrido empalmar la filosofía con la que hay que tomarse el verano con las emociones de Ramon y con el mundo cansado.

Empezamos el verano, más o menos cansados, más o menos desilusionados, más o menos escépticos…

Hemos pasado unos días de mucho calor. Pienso que si cuando hace calor hablamos del calor, tenemos más calor. Por eso, en mi casa, he prohibido hablar de la temperatura. Y me están haciendo bastante caso.

Pues lo mismo me pasa con el cansancio, la ilusión y el escepticismo. No tengo ninguna autoridad para dar órdenes, pero pienso que el verano tiene que servir para no hablar de lo cansados que estamos, de las ilusiones que se nos han quedado por el camino y −esto es lo más difícil− del escepticismo que nos producen estos políticos que tenemos y que parecen incapaces de entusiasmar a nadie.

Iba a decir que incluso, prohibido pensar en estas cosas. Ya sé que ‘prohibir pensar’ suena mal, pero si tenemos que pasar del cansancio etc. a la ilusión, el entusiasmo, las ganas de hacer cosas y el convencimiento de que somos capaces de hacerlas, mejor no pensar en lo mal que está todo.
Me voy un momento a la política, y vuelvo en seguida. Me voy a la política, porque, después del espectáculo político-televisivo de estos últimos días, es bastante normal que hablemos de quién ganó -nadie- y de quién perdió -todos-.

Parece que unas nuevas elecciones no entusiasman a nadie. A mí tampoco me entusiasmaban hace poco. Pero, visto lo visto, he pensado que, quizás, unas nuevas elecciones servirían para que los partidos nos ofrecieran ilusión, para que alguna cara vieja fuera sustituida por alguna cara nueva, para que no tuviéramos la sensación, cuando hablan estos chicos, de que esa película ya la hemos visto.

Cuando hablo de ‘cara vieja’ no me refiero a personas mayores. Porque se puede ser viejo con un DNI joven. Y actuar como viejo siendo joven. Y hacerse una foto, el líder sentado y 8 señores y señoras aplaudiéndole de pie, que me hace pensar que hay que cambiar a los 9.

Tenemos mucho trabajo en este mes de Agosto. Unos, renovándose. Otros, descansando para recuperarse.

Todos, vuelvo a citar al Gran Canciller, buscando modos de mejorar las situaciones a través de de “una educación genuina, del poder transformador de las personas que piensan por sí mismas, sin dejarse dominar por las modas, y que fijan el rumbo de sus vidas, recorriéndolas con sentido”.

Vuelvo a Ramon, porque nos hace falta emoción. Él dice que se emociona ‘quizás demasiado’. Pero creo que cuando se trata de hacer algo importante, no existe el ‘demasiado’.

Alguien me dirá que todo esto no se puede hacer en un mes, pero por algo se empieza.

Leopoldo Abadía, en lavanguardia.com.

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