
50 segundos de caída libre a 200 kilómetros por hora, desde cuatro mil metros de altura. El que saltaba no era un experto, sino monseñor Xavier Malle, obispo de la diócesis de Gap y Embrun, quien se lanzó al vacío para animar a los jóvenes a entrar en el seminario o en el noviciado. "¡Los animo a que salten a lo desconocido! ¡Un salto en paracaídas es un salto de confianza!”, comentó monseñor Malle lleno de entusiasmo.

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