Así lo indicó este lunes 25 de noviembre en el encuentro que mantuvo con los jóvenes en la Catedral de Santa María de Tokyio durante el viaje apostólico que está realizando a Japón.
La Catedral de Santa María es un impresionante y vanguardista edificio de hormigón y acero construido en 1960 por el arquitecto japonés Tenzo Tange. Este edificio sustituye a uno anterior construido en estilo gótico en 1899 que fue destruido en 1945 durante los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial.
El Santo Padre, tras una breve oración en silencio ante el altar, escuchó los testimonios de tres jóvenes (un católico, un budista y un migrante) y pronunció un discurso en el que trató de dar respuesta a las inquietudes expresadas por estos jóvenes.
Bullying
La primera pregunta que se le planteó al Papa fue sobre el bullying. Francisco señaló que “lo más cruel del acoso escolar es que hiere nuestro espíritu y nuestra autoestima en el momento en que más necesitamos fortaleza para aceptarnos a nosotros mismos y poder encarar nuevos retos en la vida”.
Explicó que “en ocasiones, las víctimas de bullying incluso se culpan a sí mismas por haber sido blanco ‘fácil’. Pueden sentirse fracasados, débiles y sin valor, y llegar a situaciones altamente dramáticas”,
Sin embargo, “paradójicamente, son los acosadores los verdaderamente débiles, porque piensan que pueden afirmar su propia identidad lastimando a los demás”.
“En el fondo”, continuó el Papa, “los acosadores tienen miedo, son miedosos que se cubren en su aparente fortaleza. Debemos unirnos todos contra esta cultura del ‘bulismo’ y aprender a decir: ¡Basta!”.
Dar espacio a Dios
El segundo testimonio expuesto ante el Papa Francisco planteó cómo pueden los jóvenes hacer espacio para Dios cuando viven en sociedades frenéticas enfocadas a la competitividad y a la productividad.
El Santo Padre comenzó explicando que “es habitual ver que una persona, una comunidad o incluso una sociedad entera pueden estar altamente desarrolladas en su exterior, pero con una vida interior pobre y encogida, con el alma y la vitalidad apagada”.
“Todo les aburre, ya no sueñan, no ríen, no juegan, no conocen el sentido de la admiración y la sorpresa. Como zombis, su corazón dejó de latir por la incapacidad de celebrar la vida con los demás. ¡Cuánta gente en todo el mundo es materialmente rica, pero vive esclava de una soledad sin igual!”.
Insistió en que “combatir esta pobreza espiritual es una tarea a la que todos estamos llamados, y ustedes tienen un papel especial que desempeñar, porque exige un cambio importante en nuestras prioridades y opciones. Implica reconocer que lo más importante no radica en todas las cosas que tengo o puedo conquistar, sino a quién tengo para compartirlas. No es tan importante focalizarse y cuestionarse para qué vivo, sino para quién vivo”.
Ayudar a los jóvenes
La tercera pregunta planteada ante el Papa Francisco versó sobre cómo ayudar a los jóvenes de que se den cuenta de que tienen un valor y una bondad.
El Papa explicó que la clave radica en saber pedir ayuda: “Para ser felices, necesitamos pedirle ayuda a los demás”.
“De modo particular, les pido que extiendan los brazos de la amistad y reciban a quienes vienen, a menudo después de un gran sufrimiento, a buscar refugio en su país”.
“Un maestro sabio dijo una vez que la clave para crecer en sabiduría no era tanto encontrar las respuestas correctas, sino descubrir las preguntas correctas”, subrayó.
En ese sentido, invitó a plantear “buenas preguntas, cuestionarse y ayudar a otros a hacerse buenas y cuestionadoras preguntas sobre el significado de la vida, y de cómo podemos dar forma a un futuro mejor para quienes vendrán después de nosotros”.
El Papa finalizó sus palabras haciendo un llamado a los jóvenes a no “apabullar” ni “aturdir” los sueños. “Denles espacios y anímense a mirar grandes horizontes, a mirar lo que les espera si se animan a construirlos juntos. Japón los necesita, el mundo los necesita despiertos y generosos, alegres y entusiastas, capaces de construir una casa para todos”.
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