María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
En su encuentro con los jóvenes que el Santo Padre celebró el 25 de noviembre en la Catedral de la Asunción de Tokio, Francisco comenzó agradeciéndoles su presencia: Ver y escuchar su energía y entusiasmo me da alegría y esperanza, les dijo, y manifestó su agradecimiento también a Leonardo, Miki y Masako por sus palabras de testimonio. Precisamente de estos jóvenes que compartieron con su testimonio “lo que se lleva en el corazón”, el Papa les dijo, al darles las gracias, que “se necesita gran coraje y valentía” para hacerlo. Por esta razón manifestó su seguridad de “que sus voces fueron eco de muchos de sus compañeros aquí presentes”.
Al afirmar que en medio de todos ellos había jóvenes de otras nacionalidades, y que algunos estaban en buscan de refugio, Francisco les dijo:
Sí porque como explicó el Santo Padre, al verlos podía “ver la diversidad cultural y religiosa de los jóvenes que viven en Japón hoy, y algo de la belleza que su generación ofrece al futuro”. De modo que la amistad entre ellos y su presencia en este lugar “recuerda a todos que el futuro no es monocromático, sino que es posible si nos animamos a mirarlo en la variedad y diversidad de lo que cada uno puede aportar”.
Cuánto necesita aprender nuestra familia humana a vivir juntos en armonía y paz sin necesidad de que tengamos que ser todos igualitos. Cuánto necesitamos crecer en fraternidad, en preocupación por los demás y respeto por las diferentes experiencias y puntos de vista, prosiguió.
El Obispo de Roma les dijo que se quedó impresionado por las preguntas que formularon, porque reflejan sus experiencias concretas, y también sus esperanzas y sus sueños para el futuro. De ahí que haya agradecido a Leonardo, por compartir la experiencia de bullying y discriminación que sufrió. “Lo más cruel del acoso escolar – dijo el Papa entre otras cosas – es que hiere nuestro espíritu y nuestra autoestima en el momento en que más necesitamos fortaleza para aceptarnos a nosotros mismos y poder encarar nuevos retos en la vida”. Y destacó que sin embargo, “paradójicamente, son los acosadores los verdaderamente débiles, porque piensan que pueden afirmar su propia identidad lastimando a los demás”.
El miedo enemigo del bien
Además el Pontífice les dijo que “el miedo siempre es enemigo del bien, porque es enemigo del amor y de la paz”. A la vez que “las grandes religiones enseñan tolerancia, armonía y misericordia; no enseñan miedo, división o conflicto”. Y recordó que “en cierto sentido, Jesús fue el más ‘marginado’, un marginado lleno de Vida para dar”. El mundo y el Señor, prosiguió diciendo a Leonardo, “tiene necesidad de ti para que puedas darle el coraje a tantos que hoy piden una mano que los ayude a levantarse”. Lo que “implica aprender a desarrollar una cualidad muy importante, pero devaluada: la capacidad de aprender a donar tiempo para los demás, escucharlos, compartir con ellos, comprenderlos; sólo así abriremos nuestras historias y heridas a un amor que nos pueda transformar y comenzar a cambiar el mundo que nos rodea”.
El Santo Padre aludió a diversos temas, entre los cuales el de rezar, para dar espacio a Dios, a dejarse mirar por Él para que los llene con su paz. Tal como lo había dicho otro joven, Miki, quien preguntó cómo pueden los jóvenes hacer espacio para Dios en una sociedad frenética y enfocada sólo en ser competitiva y productiva.
Es habitual ver que una persona, una comunidad o incluso una sociedad entera pueden estar altamente desarrolladas en su exterior, pero con una vida interior pobre y encogida, con el alma y la vitalidad apagada. Todo les aburre, ya no sueñan, no ríen, no juegan, no conocen el sentido de la admiración y la sorpresa. Como zombis, su corazón dejó de latir por la incapacidad de celebrar la vida con los demás. ¡Cuánta gente en todo el mundo es materialmente rica, pero vive esclava de una soledad sin igual!
Hablando de la soledad que experimentan tantas personas, jóvenes y adultas, de nuestras sociedades prósperas, pero a menudo tan anónimas, Francisco recordó que la Madre Teresa, que trabajaba entre los más pobres de los pobres, dijo una vez algo profético:
En cuanto a Masako que también había hablado desde su propia experiencia como estudiante y maestra y que preguntó cómo se puede ayudar a los jóvenes a que se den cuenta de la propia bondad y valor, el Papa les dijo que “para crecer, para descubrir nuestra propia identidad, bondad y belleza interior, no podemos mirarnos en el espejo”.
Extender los brazos de la amistad
Por otra parte el Santo Padre les pidió que extiendan los brazos de la amistad y reciban a quienes llegan, a menudo después de un gran sufrimiento, a buscar refugio en su país. Y, de hecho, allí estaban con todos ellos algunos refugiados, cuya acogida – les dijo Francisco – “testimoniará que para muchos pueden ser extraños, pero para ustedes pueden ser considerados hermanos y hermanas”.
Hacia el final de su discurro el Obispo de Roma agradeció nuevamente a estos jóvenes su “amistosa atención”, al igual que por todo este tiempo que le regalaron para poder compartir un poco de sus vidas. Y les aconsejó:
“Japón los necesita, el mundo los necesita despiertos y generosos, alegres y entusiastas, capaces de construir una casa para todos”, les dijo el Papa al concluir. Y mientras les aseguró que reza para que crezcan en sabiduría espiritual y descubran en esta vida el camino hacia la verdadera felicidad, les aseguró que los tendrá presentes en sus oraciones, y les pidió, por favor, que también ellos recen por él.
Catedral de Santa María
Conocida como “de la Inmaculada”, situada en el barrio Bunkyo, fue construida en el 1899 en estilo gótico, en madera. Convertida en Catedral en 1920, fue destruida en el 1945 durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. La nueva iglesia fue proyectada por el arquitecto Kenzo Tange en 1960 e inaugurada en 1964. Tiene una estructura modernista, y una altura de 40 metros compuesta de ocho paredes curvas de forma dinámica; para expresar la tensión hacia el cielo; realizada en cemento y recubierta en acero inoxidable, forman una gran cruz.
El campanario tiene una altura de 60 metros. La iglesia tiene una capacidad para 600 personas sentadas pero puede acoger a un total de 2000 personas en pie. Sobre la puerta principal, tiene un doble coro, donde se encuentra el órgano de tubos Mascioni opus 1165, construido en el 2004 bajo el proyecto de Lorenzo Ghielmi. Es el más grande de Japón; tiene una caja en estilo moderno y una transmisión mixta. Singular del interior de la iglesia es el efecto de la luz que pasa a través de los espacios de las ventanas contrastando la oscuridad. La catedral es considerada uno de los más importante trabajos de Tange, que entre otros también figura su obra proyecta por él del Memorial de la Paz de Hiroshima. Considerada una de las arquitecturas más interesantes de Tokio, liga la cultura occidental y oriental.
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