En su homilía por Navidad, el Purpurado advirtió que este “cáncer” nos hace “vivir aislados uno de los otros, prisioneros de nosotros mismos, de nuestra libertad, es una tentación continua que –en nombre de la individual autonomía– nos aleja y disuelve los lazos también más sagrados y vitales, con los otros, con la realidad en su rudeza, con la ley moral y la verdad de la fe, con Dios mismo”.
“Al mismo tiempo –añadió–, nos separa también de nosotros mismos, tanto que el hombre moderno no sabe más quién es y dónde está andando, cuál es el sentido de su vida, de sus alegrías y esperanzas, del futuro que le espera”. Sin embargo, afirmó, “la luz ha nacido y se ha hecho voz y mensaje: ‘No teman, yo soy el Emanuel, Dios con ustedes’”.
En ese sentido, el Cardenal Bagnasco se refirió al anuncio de los ángeles a los pastores esa noche en Belén. “No teman, les anuncio una gran alegría”, recordó, y afirmó en su homilía que “es este el mensaje que atraviesa los siglos y llega hasta nosotros: no teman, en la noche del mundo la alegría ha nacido y está entre ustedes”.
El Arzobispo de Génova señaló que el mundo de hoy necesita estas palabras, pues “los corazones de los hombres están llenos de confusión y de temor”, a la humanidad parece faltarle orientación, fuerza, certeza y esperanza. “¿No es este quizá el aire que respiramos? Si miramos juntos el mundo y vemos la espuma que emerge y que parece inundar la tierra, entonces nace la pregunta: ¿es posible un mundo mejor, una vida más serena? ¿Nunca reinarán la justicia y la paz?”, expresó.
“La respuesta es Belén: es Jesús”, afirmó el Cardenal a los fieles. “Él es la novedad que esperamos, es Él el mundo nuevo, la aurora de un día pleno y definitivo, Él es la luz que atraviesa la tierra e ilumina las noches del alma y los cansancios de la vida. Él nos repite en la noche santa: ‘No teman, te anuncio una gran alegría: Yo estoy contigo’”, aseguró.
“¿Creemos en esto?”, cuestionó a los fieles. El Purpurado afirmó que Dios está con cada persona y la escucha, “en la alegría y en el dolor, cuando estás contento por ti y cuando te decepcionas de ti mismo, cuando estás rodeado de amigos y cuando ninguno te considera”. “No temas, no estás solo, el Señor está contigo y te dice al corazón ‘¡es bello que existas!’”.
“¿Pero tú estás con Él?”, preguntó, “¿cuidas su compañía, abres el oído del corazón para escuchar su voz?”. “La voz de Dios no grita porque no quiere imponerse, sino que susurra porque quiere ser deseada”, afirmó.
Por ello, invitó a las personas a que en estos días de Navidad se detengan frente al pesebre y escuchen “el silencio de su simple belleza, como hacen los niños que permanecen extasiados, mirando con la boca abierta. No es un acto infantil, sino de fe, de deseo de volver a escuchar aquella palabra que es como el aceite que sana las heridas y el vino que da alegría: no teman, les anuncio una gran alegría, ha nacido para ustedes el Salvador: su nombre es Jesús”.
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