“Sigo con preocupación la situación en Irak”, comenzó el Santo Padre. “He visto con dolor que las manifestaciones de protesta de los días pasados han recibido una dura reacción que ha causado decenas de víctimas”.
“Rezo por los difuntos y por los heridos; permanezco cercano a las familias y a todo el pueblo iraquí, invocando de Dios paz y concordia”, concluyó el Papa.
Irak, país que atraviesa por una larga crisis política desde el estallido de la guerra en 2003 con la invasión del ejército de Estados Unidos que supuso el derribo del régimen de Sadam Hussein, se encuentra inmerso en una ola de protestas desde hace varios meses que se han intensificado en los últimos días con numerosos muertos.
El país padece un vacío de poder tras la dimisión el pasado 29 de noviembre del primer ministro Adel Abdelmahdi. Las protestas, respaldadas por las autoridades religiosas chiíes, una rama del islam con gran presencia en Irak, están motivadas por la larga crisis política y económica que ha generado una situación social insostenible agravada por la invasión del norte del país por parte de milicianos de Estado Islámico que, hasta la derrota de este grupo terrorista, agravó la desestabilización interna del Estado.
Los manifestantes se quejan de la falta de empleo, la corrupción y la ineficacia de los servicios públicos.
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