Sé que es una tontería acerca de lo que voy a escribir hoy, pero, bueno, no tengo por qué contenerme. Sí, tampoco encuentro una buena razón para cerrar mi boca.
Hoy estamos sufriendo en España una ola de calor de esas inmisericordes. Son ya casi las 5 de la tarde y hace 39º a la sombra. Al sol prefiero ni pensarlo.
Estaba pensando en la utilidad de que el papa tuviera una segunda residencia en Polonia. Allí estaría fresquito, podría pasear por bosques preciosos y acercaría la figura de Pedro a sus hijos. Ventajas para él, ventajas para sus hijos.
¿En qué tipo de residencia estoy pensando? Pienso en una cabaña de madera, sencilla, de aspecto rural, con tres habitaciones, una cocina, un salón de estar, un despacho, una cocina y dos aseos. Un lugar sencillísimo para vivir con su secretario y una habitación de invitados.
La cabaña tendría alrededor un muro que le dejaría un terreno alrededor: entre dos y tres hectáreas. Ese terreno no sería un jardín, solo un prado con árboles y senderos para pasear; eso y solo eso.
Alrededor de ese terreno, el muro iría convirtiéndose en un edificio-muro donde se situaría la seguridad del lugar, un salón digno para recibir a los grupos de peregrinos y otras dependencias que, con el tiempo, seguro que irían completando todo el rectángulo.
El papa podría ir un mes al año allí (si quiere más tiempo, pues más) y el resto del tiempo sería usado como lugar para retiros espirituales. Por eso, el edificio-muro tiene que ser bonito para atraer a la gente. Después, los que hagan el retiro allí podrán pasear en el “prado papal”. Se convertiría en un lugar turístico que ayudaría a su mantenimiento. Pudiendo haber una parte para retiros y otra que funcionara como un hotel.
Es cierto que el papa en su tiempo de descanso se puede ir a cualquier lugar del mundo e, incluso, cambiar cada año de destino. Pero este lugar se mantendría solo, y con un hotel se recuperaría lo empleado en su construcción.
La ventaja es que se convertiría en un icono de la sencillez papal: una cabaña en medio de un prado.
Pero tener un lugar así supone que el sitio ya está preparado para salvaguardar su seguridad, que se puede emplear para recibir a grupos y que a la gente le hará mucha ilusión tener un lugar que les acerca a “su padre espiritual”. Solo veo ventajas dado que el coste se recuperará. Al cabo de pocos años, veríamos que habíamos recuperado la inversión y, además, teníamos una residencia papal cuya presencia predicaría por su sencillez.
Post Data: Sed comprensivos con estas salidas de pata de banco. Quizá el post de hoy está provocado por un calor de proporciones bíblicas en un piso sin aire acondicionado.
Seguro que lo que he dicho es una locura, pero este tipo de insensateces son las que, a veces, se acaban llevando a cabo.
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