Así lo indicó el Santo Padre en la Audiencia General de este miércoles 30 de septiembre realizada en el patio de San Dámaso dentro del Vaticano.
En su catequesis titulada “preparar el futuro juntos a Jesús que salva y sana” el Papa destacó que es necesario reflexionar a la luz del Evangelio “sobre cómo sanar al mundo que sufre por un malestar que la pandemia ha evidenciado y acentuado” y reiteró que “el malestar estaba y la pandemia lo ha evidenciado y acentuado”.
“Jesús, que renueva y reconcilia a cada criatura, nos regala los dones necesarios para amar y sanar como Él sabía hacerlo, para cuidar de todos sin distinción de raza, lengua o nación”, advirtió.
Además, el Santo Padre recordó que en las semanas anteriores ha expuesto en su catequesis algunos principios de la doctrina social de la Iglesia “dejándonos guiar por la fe, la esperanza y la caridad”, y entre los temas abordados estuvieron “los caminos de la dignidad, de la solidaridad y de la subsidiariedad, vías indispensables para promover la dignidad humana y el bien común”.
“Como discípulos de Jesús, nos hemos propuesto seguir sus pasos optando por los pobres, repensando el uso de los bienes y cuidando la casa común” dijo el Papa que añadió que “hemos encontrado una ayuda sólida para ser trabajadores de transformaciones que sueñan en grande, no se detienen en las mezquindades que dividen y hieren, sino que animan a generar un mundo nuevo y mejor”.
En esta línea, el Santo Padre agregó que “quisiera que este camino no termine con estas catequesis mías, sino que se pueda continuar caminando juntos, teniendo ‘fijos los ojos en Jesús’, que salva y sana al mundo. Como nos muestra el Evangelio, Jesús ha sanado a enfermos de todo tipo, ha dado la vista a los ciegos, la palabra a los mudos, el oído a los sordos. Y cuando sanaba las enfermedades y las dolencias físicas, sanaba también el espíritu perdonando los pecados, así como los ‘dolores sociales’ incluyendo a los marginados”.
Al referirse a los efectos de la pandemia, el Papa señaló la importancia de la contribución “a la nueva sanación de las relaciones con nuestros dones y nuestras capacidades” para “regenerar la sociedad y no volver a la llamada ‘normalidad’, que era una ‘normalidad’ enferma antes de la pandemia y la pandemia la ha evidenciado, porque esta normalidad estaba enferma de injusticias, desigualdades y degrado ambiental”.
Para ello, el Santo Padre explicó que la ‘normalidad’ a la cual estamos llamados “es la del Reino de Dios” donde “el pan llega a todos y sobra, la organización social se basa en el contribuir, compartir y distribuir con ternura, no en el poseer, excluir y acumular” porque “al final no te llevarás nada a la otra parte” y subrayó la importancia de la ternura que “es la señal de la presencia de Jesús”.
En este sentido, el Papa reconoció que “un pequeño virus sigue causando heridas profundas y desenmascara nuestras vulnerabilidades físicas, sociales y espirituales” y añadió que este pequeño virus ha expuesto también “la gran desigualdad que reina en el mundo: desigualdad de oportunidades, de bienes, de acceso a la sanidad, a la tecnología” como por ejemplo “millones de niños no pueden ir a la escuela”.
“Y esto ha hecho perder la esperanza en muchos y ha aumentado la incertidumbre y la angustia. Por esto, para salir de la pandemia, tenemos que encontrar la cura no solamente para el coronavirus, que es importante, sino también para los grandes virus humanos y socioeconómicos”, advirtió.
De este modo, el Papa animó a “ponernos a trabajar con urgencia para generar buenas políticas, diseñar sistemas de organización social en la que se premie la participación, el cuidado y la generosidad, en vez de la indiferencia, la explotación y los intereses particulares” y agregó que “debemos ir hacia adelante con ternura”.
“Una sociedad solidaria y justa es una sociedad más sana. Una sociedad participativa -donde a los ‘últimos’ se les tiene en consideración igual que a los ‘primeros’- refuerza la comunión”, afirmó el Papa.
Finalmente, el Santo Padre invitó a colocar “este camino de sanación bajo la protección de la Virgen María, Virgen de la Salud. Ella, que llevó en el vientre a Jesús, nos ayude a ser confiados. Animados por el Espíritu Santo, podremos trabajar juntos por el Reino que Cristo ha inaugurado en este mundo, viniendo entre nosotros. Un Reino de luz en medio de la oscuridad, de justicia en medio de tantos ultrajes, de alegría en medio de tantos dolores, de sanación y salvación en medio de las enfermedades y la muerte. De ternura en medio al odio”.
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