En la carta el Papa asegura que desea unirse “al gozo de la Orden de San Jerónimo, que es el de toda la Iglesia, en esta celebración del XVI centenario de su muerte” y destacó que “la obra de san Jerónimo ilumina la iglesia en múltiples formas, ciertamente desde el estudio bíblico y desde la preciosa intuición de poner al servicio de la evangelización el bagaje humanista de la cultura clásica”.
También destacó “la obediencia a la Iglesia, rigor intelectual y ascético” de San Jerónimo que son “actitudes que se integran en un estilo propio conformando la regla de vida que les dejó en sus cartas”.
“Esa escuela de santidad es un don del Espíritu a la Iglesia que están llamado a custodiar: enseñando a todos la Palabra en el silencio; a Dios en lo pequeño, en lo escondido, en esa humilde gruta de Belén donde Jesús quiso nacer para que nosotros lo pudiéramos encontrar”, asegura el Papa.
Además recordó que al inicio del siglo pasado, “precisamente en coincidencia con el XV centenario de la muerte de san Jerónimo” el Papa Benedicto XV “regaló a la Iglesia la encíclica “Spiritus Paraclitus” de gran importancia para los estudios bíblicos. ‘San Jerónimo dormía y había que despertarlo’ era una consigna entre ustedes entonces, buscando lleva su mensaje a todos los rincones de la Iglesia con el resurgimiento de la vida contemplativa masculina y femenina, con la fundación de los institutos de vida activa, con la apertura a la dimensión laical del espíritu jerónimo”.
En su carta el Papa Francisco recuerda a la orden jerónima que “estos 100 años trascurridos son una lección de vida muy importante” y que de esta orden ha salido “figuras excepcionales” que se nos presentan “como modelos de vida, que nos animan a poner a disposición de la Iglesia nuestros más íntimos talentos y a estar dispuestos a derramar nuestra sangre, a fin de que Cristo sea conocido y amado”.
Y propone el desafío de que los monasterios y las casas de la orden jerónima sean “lugares de silencio, abiertos a la escucha, escuelas donde se puede aprender a Cristo a través de la Sagrada Escritura, de la Liturgia y de la Eucaristía”.
Y les anima a “seguir apostando por una formación rigurosa en todas las etapas de la vida religiosa, por un espíritu de comunión entre sus comunidades, por este testimonio silencioso de una vida austera y entregada al trabajo y la oración, colma sólo de Dios”.
La carta está dirigida al Fray Andrés García, Prior del monasterio de Santa María del Parral, en Segovia (España), es una respuesta a una carta que los religiosos jerónimos enviaron al Papa el año pasado con motivo del 150 aniversario del fallecimiento de San Jerónimo.
El 30 de septiembre de 2019, celebración del día de san Jerónimo y el Santo Padre dirigió a los cristianos la carta apostólica ‘Aperui Illi’ (‘Les abrió al entendimiento’).
A lo que los religiosos pensaban “que ese escrito era la respuesta a nuestra petición, pero ahora nos sorprenden gratamente sus palabras cercanas y alentadoras, que acogemos con venerado agradecimiento”, destacó el prior a la diócesis de Segovia.
Los jerónimos en Segovia
La pequeña comunidad de monjes jerónimos que habita actualmente en el monasterio de El Parral, con el prior fray Andrés García Torralvo al frente, es la última que queda en el mundo. Una comunidad “pequeña, humilde, escondida y recogida”, como escribió en el siglo XIV el jerónimo portugués Beato Lorenzo.
La orden de san Jerónimo tiene su origen en Castilla en el siglo XIV con la idea de seguir los pasos de su inspirador. Tras años de esplendor, a finales del siglo XIX la orden se quedó sin miembros, iniciándose en 1915 los procesos para su restauración. Así, diez años después llegan los primeros postulantes de la Orden Jerónima al Parral.
A partir de 1926 se llevan a cabo la recuperación de edificios y las restauraciones, las cuales se abandonan en 1931, quedando en el monasterio cinco monjes. Tras la guerra civil, en 1941 se comienza a recrear la orden convirtiéndose Santa María del Parral en la casa madre.
Poco a poco, desde la restauración de la orden, los monjes fueron recuperando los bienes dispersos, como la librería del siglo XVIII que se hallaba en el Archivo Municipal, hasta llegar a la actualidad donde la comunidad de la congregación de la Orden de San Jerónimo de El Parral es la última que persiste en todo el mundo.
Publicar un comentario