El anteproyecto de Ley de Memoria Histórica presentado por el gobierno de España, formado por una coalición entre PSOE y Podemos, pretende la resignificación del Valle de los Caídos, por lo que se convertiría en un cementerio civil y conllevaría muy probablemente la salida de la orden benedictina y la retirada de la cruz que preside el Valle, que es la más grande de la cristiandad.
Según precisa Mons. Aguer, “el actual gobierno socialista - comunista de España está empeñado en profundizar a fondo la secularización de la sociedad, que desde hace tiempo se viene impulsando con un carácter decididamente anticatólico”.
Por eso asegura que “llama la atención la lenidad del episcopado, salvo alguna honrosa excepción, que debió y debe protestar sin vacilaciones contra el atentado que se está perpetrando” ya que “para numerosos fieles se trata simplemente de complicidad con la destrucción de lo que resta de la España católica. Desde los años posconciliares el progresismo teológico, espiritual y pastoral ha venido socavando los cimientos de la ortodoxia eclesial, de la misión y de la proyección de la fe en la vida y cultura de la sociedad”.
Y asegura que “la mala memoria se apoya ahora en una Ley de Memoria Histórica hemipléjica, que calla por sistema las persecuciones que ha padecido la Iglesia en el siglo XX. Se cierne, además, sobre el futuro inmediato una anunciada Ley de Memoria Democrática, para arremeter con el propósito de liquidación contra la tradición española ya debilitada”.
También apunta a que el traslado de los restos de Francisco Franco, al cementerio de Mingorrubio en octubre de 2019, fue “el inicio del desmantelamiento del monumental complejo del Valle de los Caídos”. Y se pregunta por cuánto tiempo podrá todavía permanecer el monasterio “centro de oración que asume la dolorosa historia española”.
También asegura que “el "diálogo" y la "cultura del encuentro" no justifican la mala memoria” ya que ésta debe ser “objetiva, es decir, respetuosa de la realidad tal como ha sucedido, serena, libre de todo rencor, y desde esas premisas dispuesta al diálogo con todos, sin renunciar jamás a la verdad”.
Por eso manifestó que su esperanza en que “muchos laicos católicos españoles pueden empeñarse en la patriada de resistir al intento de desespañolización de España, y de movilizar a muchos hombres y mujeres de buena voluntad para oponerse a los designios oficiales de borrar todo signo de la España católica”.
Animó a “intensificar la oración: apelar a la gracia de Dios, invocando la intercesión de la legión innumerable de santos hispanos, confesores de la fe, vírgenes y mártires”.
En la carta también explica, “el cristiano es un hombre de memoria” y subraya que “la memoria cristiana se concentra en Jesucristo y en su enseñanza, por la gracia del Espíritu Santo” y, como “todos los pueblos tienen una memoria histórica, concretada en la relación de acontecimientos principales que se recogen y escriben para ilustrarla” y apunta que “no es infrecuente la necesidad de revisarla con objetividad científica, sobre todo cuando con el tiempo se hace evidente que ha sido impuesta oficialmente con designios ideológicos, o intereses políticos que la han tergiversado”.
Y precisa que ”la mala memoria cuenta muchas veces con la indiferencia o complicidad de multitudes, que han sido modeladas por la propaganda o por itinerarios educativos duraderos, que los han convencido de la verdad de esos relatos”.
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