“Un gobierno que no obtiene su legitimidad del pueblo no tiene legitimidad ante Dios. El verdadero poder, como ha dicho a menudo el Papa Francisco, proviene del servicio. No imponiendo a la fuerza el poder sobre los inocentes”, dijo el Cardenal Bo en la homilía de la Misa del domingo 22 de agosto, en referencia a la situación del país.
Desde el 1 de febrero ocurren en Myanmar enfrentamientos sangrientos entre las fuerzas de seguridad y guerrillas urbanas que protestan por el golpe de Estado militar que derrocó a la dirigente Aung San Suu Kyi.
La ONU indicó en un informe del 30 de julio que, desde el inicio de la violencia, más de 18 mil personas han sido desplazadas en el estado de Chin y las divisiones vecinas de Magway y Sagaing.
Según una fuente local con la que tuvo contacto la agencia vaticana Fides, “la situación en Myanmar está empeorando”. “El ejército comete abusos contra los derechos humanos y, a veces, perpetra asesinatos en masa”, indicó.
La agencia vaticana añade que las fuerzas de seguridad de Myanmar han matado a más de 1.000 civiles desde el golpe de Estado.
En su homilía del 22 de agosto, el Cardenal Bo recordó que “para cualquier gobierno, en cualquier país justo, el gobierno no está por encima del pueblo”.
“El gobierno es un ojo, la población es el otro ojo, juntos tienen la misma visión. La nación debe construirse sobre la justicia. Todo lo demás es idolatría: el poder, las posesiones, y la riqueza extrema”, comentó.
El Purpurado lamentó que en su país “hemos visto prevalecer los intereses egoístas de unos pocos que han robado a millones de personas el pan de la paz, el pan de vida y el pan de la prosperidad”, provocando “injusticia económica e injusticia ambiental”.
“Durante las últimas siete décadas, estos adoradores de ídolos han robado el ideal de una nación construida sobre la base de la paz y la prosperidad para todos. Un sueño se ha convertido en una pesadilla”, lamentó.
También condenó una vez más “la agonía humana por las numerosas muertes en el país golpeado por el golpe en los últimos seis meses”.
Finalmente, el Cardenal Bo exhortó a “no perder la humanidad”, sino a “comprender, a través de todas las pruebas, qué es lo ideal y qué es un ídolo”.
“Nuestra peregrinación hacia el respeto a la dignidad humana es una larga marcha que solo puede sostenerse con las palabras de vida eterna, solo gracias al Pan que ha bajado del cielo”, concluyó el Cardenal.
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