Los nuevos sacerdotes pertenecen a varios seminarios romanos, como el Pontificio Seminario Romano Mayor, el Colegio Diocesano Redemptoris Mater y el Seminario de la Virgen del Divino Amor.
En su homilía, Francisco les ofreció una serie de consejos para ser buenos pastores. Hizo hincapié en tener cuidado de no hacer homilías aburridas, sino que lleguen al corazón. También les pidió ser humildes y misericordiosos con todos, además de servir al Pueblo.
El Obispo de Roma quiso reflexionar sobre el ministerio del presbiterado al que han sido llamados. “El Señor Jesús es el Sumo Pontífice del Nuevo Testamento, pero en Él también todo el pueblo santo de Dios ha estado constituido pueblo sacerdotal”.
“Entre algunos de sus discípulos, el Señor Jesús quiere elegir a algunos en particular, para que ejercitando públicamente en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal a favor de todos los hombres, se continúe con su misión personal de maestro, sacerdote y pastor”.
De esta manera, “Él envió a su vez al mundo primero a los apóstoles y después a los obispos y a sus sucesores, a los que al final fueron dados como colaboradores y presbíteros, que, unidos a Él en el ministerio sacerdotal, están llamados al servicio del Pueblo de Dios”.
Sobre los nuevos sacerdotes, Francisco explicó que “serán configurados a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, es decir, serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, y con este título, que les une en el sacerdocio a su Obispo, serán predicadores del Evangelio, Pastores del Pueblo de Dios, y presidirán las acciones de culto, especialmente en la celebración del sacrificio del Señor”.
Dirigiéndose a ellos, el Papa señaló que “consideren que ejercitando el ministerio de la Sagrada Doctrina serán partícipes de la misión de Cristo, único maestro”.
A su vez, les invitó a “lleven a todos la Palabra de Dios, que ustedes mismos han recibido con alegría. lean y mediten asiduamente la Palabra del Señor para creer aquello que han leído, enseñar aquello que han aprendido en la fe y vivir aquello que han enseñado”. Y “que este sea el alimento del Pueblo de Dios; que sus homilías no sean aburridas; que sus homilías lleguen al corazón de la gente porque salen de su corazón, porque aquello que ustedes les dirán a ellos es lo que tienen en el corazón. Así se da la Palabra de Dios y así su doctrina será alegre y sostendrá a los fieles de Cristo”.
“El perfume de su vida será el testimonio, porque el ejemplo edifica, pero las palabras sin ejemplo son palabras vacías, son ideas y no llegan nunca al corazón y hacen mal: ¡no hacen bien!”, exclamó.
Les recordó también que “mediante su ministerio, el sacrificio espiritual de los fieles viene hecho perfecto” y “por sus manos, en nombre de toda la Iglesia, viene ofrecido de manera incruenta en el altar en la celebración de los Santos Misterios”.
También les aconsejó que “cuando celebren la Misa, reconozcan aquello que están haciendo, ¡no lo hagan con prisa!”. “Imiten aquello que celebran –no es un rito artificial, un ritual artificial– porque así, participando en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, podréis llevar la muerte de Cristo a sus miembros y caminar con Él en novedad de vida”. Después habló sobre el Sacramento del Bautismo, por el que los nuevos presbíteros “agregarán nuevos fieles al pueblo de Dios. ¡No es necesario rechazar nunca el Bautismo al que lo pide!”.
“Con el Sacramento de la Penitencia perdonen los pecados en el nombre de Cristo y de la Iglesia. Y yo, en nombre de Jesucristo, el Señor, y de su Esposa, la Santa Iglesia, les pido que no se cansen de ser misericordiosos. ¡En el confesionario estarán para perdonar, no para condenar! Imiten al Padre que nunca se cansa de perdonar”.
El Papa aludió también a los santos óleos, a la oración de laudes y a otros ritos con los que “serán voz del Pueblo de Dios y de la humanidad entera”.
Francisco les pidió “ejercitar en la felicidad y en la caridad sincera las obras sacerdotales de Cristo” y “únicamente intenten agradar a Dios y no a ustedes mismos”, porque “es feo un sacerdote que vive para gustarse a sí mismo, que se ‘pavonea’”.
Por último, les pidió “tener siempre ante sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no ha venido para ser servicio, sino para servir; no para permanecer en sus comodidades, sino para salir y buscar y salvar aquello que estaba perdido”.
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