“El primero salvó a muchos judíos durante la Segunda Guerra Mundial, los encontró varias veces y quiso fuertemente un documento conciliar sobre este argumento. Del segundo siguen vivos en nuestra memoria algunos gestos históricos como la visita a Auschwitz y al Templo Mayor de Roma”.
Sobre las huellas de ambos pontífices, dijo Francisco, “con la ayuda de Dios, quiero seguir caminando, alentado también por las hermosas experiencias de encuentro y amistad que viví en Buenos Aires”.
La B'nai B'rith estableció contactos con la Santa Sede a partir de la promulgación de la declaración conciliar Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, que, como recordó el Santo Padre “constituyó un hito en el camino de la comprensión mutua y el respeto entre judíos y católicos, sobre la base del gran patrimonio espiritual que, gracias a Dios, tenemos en común”.
En su discurso el Papa resaltó “el camino de recíproco conocimiento y estima entre los judíos y los católicos, sobre la base del gran patrimonio espiritual que, gracias a Dios, tenemos en común”.
“Considerando los cincuenta años de historia de diálogo sistemático entre la Iglesia Católica y el Judaísmo, no puedo dejar de agradecer al Señor, afirmó el Pontífice, por tantos progresos alcanzados. Sean iniciado numerosas iniciativas de recíproca comprensión y de diálogo; sobre todo se ha ido desarrollando un sentimiento confianza y aprecio mutuo”.
El Papa dijo después que “durante las últimas cinco décadas el diálogo entre la Iglesia católica y el judaísmo ha dado grandes pasos y sobre todo han crecido la confianza y el aprecio mutuo. También hay muchos ámbitos en los que judíos y cristianos colaboran por el bien de la humanidad”.
“El respeto a la vida y a la creación, la dignidad humana, la justicia, la solidaridad pueden vernos juntos en favor del desarrollo de la sociedad y para asegurar un futuro de esperanza a las generaciones venideras. En particular manera, estamos llamados a orar y trabajar juntos por la paz”.
El Papa lamentó que “son muchos, por desgracia, los países y regiones del mundo que viven en una situación de conflicto -me refiero en particular a la Tierra Santa y a Medio Oriente- y que requieren un compromiso valiente por la paz. Una paz que no puede ser solamente deseada sino buscada y construida con paciencia y tenacidad con la participación de todos, especialmente de los creyentes”.
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