Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Hermanas y hermanos muy apreciados:
Dios se nos ha manifestado cercano, hecho como uno de nosotros, para compartir lo que somos, lo que tenemos, lo que anhelamos, lo que tememos, lo que nos hace alegrarnos y sufrir. Se ha manifestado en plena solidaridad con nosotros.
Dios es familiar, comparte nuestro lenguaje, nuestros sentimientos y nos entiende a plenitud. Por eso, las tinieblas no deben impedirnos ver la manifestación de Dios, hoy, en nuestra vida.
Hay muchos elementos en el ambiente que parecen nublar nuestra vista para que no veamos la cercanía de Dios. Puede ser el secularismo; es decir, la ausencia de todo lo sagrado, y ante lo cual nuestra cultura no quiere considerar esta realidad. Todo es obra nuestra, dicen algunos, fruto de nuestra inteligencia y del poder de nuestra capacidad creadora; por tanto, Dios ya no tiene cabida en nuestro mundo.
Otro elemento puede ser los problemas políticos y sociales en los que estamos inmersos. Estos acontecimientos quisieran oscurecer nuestra mente e impedir ver la manifestación de Dios, ahora. Para afrontar estos momentos con serenidad, necesitamos no perder de vista la Luz, que es Cristo.
Se dice que cuando la noche es más oscura, brillan más las estrellas, de tal manera que, en estos momentos que estamos viviendo, marcados por la oscuridad, por la duda, por el temor, debiera, para nosotros cristianos, brillar más la fe y la esperanza, la seguridad que nos viene de Dios.
No debemos olvidar nuestra dignidad de hijos ni nuestra condición de hermanos. Somos hermanos, no enemigos. Los hermanos necesitamos mantenernos unidos para enfrentar las causas de todos los problemas que nos afligen, como la pobreza, la injusticia, la corrupción, la impunidad, el egoísmo, la ambición. Sólo juntos podemos combatir todo aquello que aqueja a la familia, que somos todos.
Nos hace falta unirnos, no para pelear contra los demás, sino para descubrir en dónde está la causa de tanto mal, y combatir sus causas. No basta con lamentarnos, sino que hay que combatir el mal.
Si el mal es la mentira, hay que hablar y exigir con la verdad, y que se nos diga siempre la verdad. Si el mal es la injusticia, hay que ser justos. Si el mal es la pobreza, hay que hacer la caridad, el servicio al que más lo necesita.
Necesitamos dejar algo, nuestra seguridad, comodidad, egoísmo, y salir a mirar la Estrella que nos guía, Jesús, sin desanimarnos.
Que Dios nos permita redescubrir el valor de nuestra fe en Cristo, la grandeza de nuestra vida cristiana, para que, en medio de las dificultades, adversidades, dudas y miedos que estamos viviendo, nuestro corazón vuelva a llenarse de alegría, reconociendo a Dios, en Jesucristo; lo adoremos con humildad y le ofrezcamos lo que mejor tenemos y podemos.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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