De “la galana pólvora de los juegos de artificio”, de López Velarde, a los desastres coheteros que han cobrado vidas, hay distancias enormes de significados. Desde los usos y los efectos; porque los cohetes son la galanura de las fiestas de los pobres; porque para otros personajes de ciudades son, a decir de ellos un destrozo del medio ambiente e interrupciones del descanso para la gente trabajadora. Para unos, manifestación de regocijo que invita a mirar al cielo; para otros, un mal social que hay que erradicar.
Si para algunos es válido argumentar que a los perritos la tronadera les causa taquicardia, es un explicación al margen de la especie humana Son diferencias normales, hondas en lo económico, en medio de una Sociedad multicultural, multirreligiosa. Lo obvio es que sí se necesita una reglamentación para la sana convivencia. Tolerancia, educación, respeto al derecho ajeno, son ingredientes para cualquier grupo humano y cualquier tipo de actividad, incluyendo las maneras de gobernar y de impartir justicia.
Pero hay otra explosividad, con más riesgos: la económica, social, política. Peligro más real que la pirotecnia de fantasía es el que muestra las entrañas de la Patria; podredumbre de consistencia vergonzosa; la descomposición de las castas gubernamentales, sus congéneres y aliados. Hay, como es sabido, ciertos sindicatos de alma perversa, gremios especulativos que han traído, por décadas, daño social inmenso. Se brincan Leyes con la anuencia de la clase aristocrática que dizque gobierna, y que, además, con cinismo, se enriquece sin medida.
En el tiempo de los imperios tenían reglas y modos de operar para incluir, de alguna forma, al pueblo. Cuando había alguna reglamentación de la autoridad, se decía: “Senatus populusque romanus… el Senado y el pueblo romano”. Hoy, el Gobierno se pregunta y se contesta solo, sobre todo en materia económica; únicamente se preocupa del tamaño de la tajada que le toca y que ha de repartir.
…Cuentan que allá por Camargo, gente sufrida, gente simple, sin pretensiones políticas ni económicas más allá de lo necesario para vivir, hizo una protesta singular en busca de respuestas para el “gasolinazo”.
Reunidos alrededor de un símbolo del problema -una gasolinera- se ponían de acuerdo… las fuerzas del orden se aprestaron con celeridad inusual. Los protocolos y avituallamientos fueron precisos: armas, chalecos antibalas, fuerza motorizada y órdenes categóricas. … los ahí reunidos, colocaron sus manos en la nuca, se arrodillaron y entonaron desde su ronco pecho el Himno Nacional.
Si fue invento de las Redes, debiera ser cierto en todas las conciencias, independientemente de credo religioso, partido político y preferencias sexuales. Ante los problemas nacionales hay que expresar nuestra inconformidad; el silencio de miedo oprime y castra la conciencia. Las Cámaras que dizque nos representan, con honrosas excepciones, han callado, pues son parte de los beneficiarios del erario público; no pueden morder a sus congéneres.
El Papa Francisco reza por México, por los problemas del “gasolinazo”. En una semana ya se ha referido dos veces a la violencia que azota a la Nación. ¡Hay mucho qué hacer pendiente y oraciones por rezar! No quememos la pólvora en infiernitos.

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