La Iglesia se suma al sentir de la gente

Periferia

gasolinazo- EDIT

Pbro. Ernesto Hinojosa Dávalos
Pastoral Social

La situación de enojo y hartazgo social que se manifiesta en estos días por el aumento al precio de los combustibles, se venía cocinando desde dos semanas atrás, cuando la gente se dio cuenta de los bonos que recibió la clase política por la temporada navideña. Montos inmorales e insultantes, en comparación con los sueldos y prestaciones que reciben los trabajadores. Se generó, así, una gran molestia social.
El llamado “gasolinazo” desató enorme inconformidad popular y descontento generalizado. Sin embargo, observamos en esta ocasión tres signos, que nos parecen importantes:
Uno. Se están uniendo contra este aumento grandes segmentos del país que antes no lo hacían, entre ellos organizaciones civiles, sectores populares, empresarios, varios partidos, algunos gobernantes y ciudadanos comunes.
Dos. Se empieza a ver la posibilidad de que el pueblo dé un paso más; no sólo una posición tímida o de exabrupto, sino de organización popular, para exigir un cambio en todos los niveles: en lo social, en lo económico; que se combatan los tres temas que más le duelen: la inseguridad, la corrupción y la impunidad.
Tres. Los sacerdotes, los laicos, la Iglesia, se suman a este gran movimiento social para exigir un mejor país.
Para la Iglesia, las cuestiones de la corrupción generalizada y la impunidad sistemática son causa y fuente de muchas “violencias”, como la pobreza, el desempleo, la inseguridad, la delincuencia organizada y la no organizada.
Esta inestabilidad es el caldo de cultivo para que aparezcan otros actores sociales no tradicionales y se expresen como “solución”. Habrá que cuidar los mesianismos de todo tipo. El desprestigio de la política en México es causado por los propios políticos.
En Laudato Si, el Papa Francisco se pregunta: “¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?”
Y añade que la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un Proyecto de Nación.
Al sumarnos a este gran movimiento social, debemos ser signo de unidad en la solidaridad, pues pensando en el bien común, necesitamos que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana.
Como Iglesia comprometida, estamos en la obligación de saber discernir los signos de los tiempos.

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