Pbro. Germán Orozco Mora
Mexicali, B.C.
Tras 200 años, el Imperio Azteca sucumbió entre la idolatría, la depravación y los vicios. Moctezuma II, que había heredado la filosofía náhuatl y los grandes valores cívicos y morales de sus ancestros, degeneró y llegó a contar con 3 mil mujeres para sus orgías. Además, el llamado “musulmán de Occidente” vivía entre lujos y con 150 mujeres embarazadas simultáneamente. Enemistado con los tlaxcaltecas, poblanos y michoacanos, sus más de 100 mil escoltas sucumbieron ante menos de mil castellanos del Ejército de Hernán Cortés, apoyados por sus aliados.
La debacle autóctona
Si la ruina de una familia son los vicios y una vida alejada de los valores y la sabiduría, no podría ser de otra manera en un imperio que aglutina un conjunto de familias dirigidas por guías ciegos. A la ayuda de los Reinos de Michoacán, Huejotzingo y Tlaxclala, entre otros, les cayó de perlas la visita de los españoles. Unidos, vencieron a los sanguinarios aztecas.
Los hombres blancos y barbados, como Hernán Cortés, no fueron enviados por los Reyes Católicos a esclavizar y humillar a los “indios” o moradores de la Nueva España. Su misión era eminentemente la evangelización y civilización.
Los abusos, a pesar de las Bulas papales y las advertencias de los Reyes, de cometer abusos o someter a esclavitud a los recién convertidos, en muchos casos fueron denunciados por Vasco de Quiroga en Michoacán; en Sonora, por el Padre Kino; por Fray Julián Garcés en Tlaxcala; por Fray Juan de Zumárraga en Tenochtitlan-México, y así en Chiapas por Cristóbal Las Casas.
“ Oye, hijo mío, lo que te digo ahora: no te moleste ni aflija cosa alguna, ni temas enfermedad ni otro accidente penoso, ni dolor, ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás debajo de mi sombra y amparo? ¿No soy yo, vida y salud? ¿No estás en mi regazo y corres por mi cuenta? La Virgen de Guadalupe a Juan Diego (4ª Aparición)
Bendita irrupción
Entre la barbarie y las sanguinarias ofrendas a Huitzilopoztli, dios de la guerra; entre los anuales regueros de sangre por el sacrificio de cerca de 20 mil indígenas diario durante cuatro días (más de 80 mil); y entre la soberbia y crueldad de los “gachupines” contra los nobles indígenas mexicanos, es cuando aparece en el Cerro del Tepeyac, al indio Juan Diego, la Virgen Madre de Cristo, con el nombre de Santa María de Guadalupe.
Fue el 9 de diciembre de hace 485 años. Fecha, por cierto, dedicada ahora a San Juan Diego.
En un sencillo diálogo atribuido al eminente alumno del Colegio Franciscano de Tlaltelolco, Juan Valeriano, joven trilingüe: latín, español y náhuatl (mexicano), recogiendo la tradición oral del mensaje entre la Virgen, Juan Diego y el Obispo Zumárraga, redactó el documento “Nican Mopohua” (relato de las Apariciones Guadalupanas).
Valeriano fue maestro de lengua mexicana del fraile Torquemada. Formados ambos por los frailes franciscanos, Juan Valeriano heredaría el texto original Nican Mopohua a otro mexicanista, Fernando de Alba Ixtlixóchitl, y éste al jesuita novohispano, amigo de Sor Juana y del jesuita Kino: don Carlos de Sigüenza y Góngora, quien adquirió textos originales como los diálogos entre Juan Diego y la Virgen de Guadalupe. Sigüenza heredó su biblioteca a la Real y Pontificia Universidad de México.
Prodigio continuado
Si en el centro de la alegría familiar ocupa un lugar eminente la mamá, desde hace 485 años en que apareció en México la sobrenatural imagen de la Virgen Santa María de Guadalupe, Madre de la Iglesia , Madre de los mexicanos; los milagros continúan, como el reto de ser buenos hijos también.
Bien decía Octavio Paz Lozano, el Premio Nóbel de Literatura 1990, que la Virgen de Guadalupe ha hecho por México más que todos los políticos juntos. Ahora mismo el país sobrevive gracias a las remesas en dólares que envían nuestros paisanos desde Estados Unidos en cantidad de más de 20 mil millones, en especial el Día de las Madres y el 12 de Diciembre. Por algo será.
A 485 años, el Guadalupanismo está vigente. Mientras un mexicano sencillo como Juan Diego gana sus 50 mil pesos quizás al año, un Diputado Federal recibió aguinaldo de 150 mil, y un bono extra navideño de 140 mil pesos… Como decía el jesuita Enrique Maza: lo único que no nos han quitado es la fe.
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