Según la tradición, los papás de Apolonia no podían tener hijos y rezaban constantemente a sus dioses. La futura madre, finalmente, pidió a la Virgen María que intercediera por ellos y así Apolonia fue concebida. Cuando la joven Apolonia se enteró de esto se convirtió al cristianismo.
En el último año del reino del emperador Felipe el Árabe (249 D.C.), en Alejandría, se inició una persecución contra los cristianos. Los creyentes eran arrastrados fuera de sus casas, asesinados y sus propiedades saqueadas. Todo esto porque un profeta de Alejandría anunció desastres, supuestamente por la presencia de los “impíos” cristianos que no adoraban a los dioses paganos.
San Dionisio, Obispo de Alejandría, describió a Santa Apolonia como una mujer que era tenida en “gran estima”, y relató su muerte de la siguiente forma:
“La capturaron y le rompieron todos los dientes a golpes. Construyeron una hoguera en las afueras de la ciudad, y la amenazaron con quemarla viva si se negaba a repetir palabras impías luego de ellos (ya fuese blasfemias contra Cristo, o una invocación a los dioses paganos)”.
“Al otorgársele un respiro, pedido por ella, se lanzó rápidamente al fuego y ardió hasta morir”, añade San Dionisio.
No obstante, nadie puede apresurar su propio fin. Al respecto, San Agustín en el primer libro de “La Ciudad de Dios” explica lo ocurrido: “se dice que en tiempos de persecución se supo de ciertas santas mujeres se sumergieron en el agua con la intención de ser arrastradas por las olas y ahogarse, y así preservar su castidad amenazada”.
“Aunque abandonaron la vida de este modo, no obstante, reciben el alto honor como mártires en la Iglesia Católica y sus fiestas se observan con gran ceremonia”.
Más adelante, señala que “este es un tema sobre el que no me atrevo a juzgar a la ligera, pues yo sólo sé que la Iglesia fue autorizada por Dios a través de revelaciones confiables para honrar así la memoria de estos cristianos. Puede ser que este sea el caso”.
“¿Podría ser también que éstos actuaron de tal manera, no por capricho humano sino por mandato divino, no erróneamente, sino por obediencia, través de la obediencia, como lo debemos creer en el caso de Sansón? Sin embargo, cuando Dios da una orden y la da a conocer claramente, ¿quién podría juzgar la obediencia en ello como un crimen o condenar tal devoción piadosa y servicio efectivo?”
La narración de Dionisio no sugiere el menor reproche a este acto de Santa Apolonia; a sus ojos, ella era tan mártir como las demás, y como tal fue venerada en la Iglesia de Alejandría.
Artísticamente se le representa sosteniendo unas pinzas que aprietan un diente.
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