Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, obispo de San Cristóbal de Las Casas |
Según cifras oficiales, en el año 2016 fueron deportados más de diez mil chiapanecos desde los Estados Unidos, todos indocumentados. Se prevé que, para este año, aumentarán las deportaciones. Por otra parte, pronto se continuará la construcción de otro gran tramo del muro entre ese país y el nuestro, para evitar que pasen más migrantes.
Yo sigo esperando que haya autoridades competentes en los Estados Unidos que sean capaces de frenar, legalmente, los excesos racistas y los desplantes altaneros y despectivos de su actual presidente. Duele y preocupa mucho que esos desplantes son del agrado de muchos norteamericanos, que le aplauden frenéticos, porque son señal grave de los sentimientos anti-migrantes y egoístas que hay en su corazón. Nos ven como enemigos a vencer, como impedimentos para su propia seguridad y su desarrollo económico. Sin embargo, no todos los migrantes indocumentados son malas personas. La mayoría trabaja honradamente y aporta a la economía de ese país.
Si Donald Trump dice que quiere echar de su país a muchos “malos hombres”, porque son criminales y drogadictos, no cae en la cuenta que hay muchísimos norteamericanos que lo son también, y que si pasa mucha droga desde el Sur hacia el Norte, es porque allá la buscan, la pagan y la consumen. La culpa no es sólo del Sur; es sobre todo de ellos. Y que controlen la venta de armas, para que tengan más seguridad. No la quieren restringir, porque su producción es uno de los soportes fuertes de su economía. Por otra parte, si todos los recursos económicos que van a emplear para defender su frontera, los invirtieran en generar empleos en nuestros países, disminuiría drásticamente la migración indocumentada. Y si, como lo hace Canadá, Estados Unidos ampliara más la cuota de trabajadores temporales, bien documentados, otro sería el panorama.
¿Qué hacer ante las deportaciones crecientes y ante la mayor dificultad para ingresar a los Estados Unidos? Ante todo, que en nuestros países se generen mejores condiciones de vida, más empleo y más oportunidades de desarrollo. Que se apoye más al campo mexicano, para que nuestro potencial agrícola sea una fuente no sólo de sobrevivencia, sino de autosuficiencia. Aunque sea con limitaciones, pero se puede vivir dignamente en familia.
Por ello, evitar, en la medida de lo posible, dejar la familia y arriesgar la vida en el intento por pasar la frontera norte. Cada día va a ser más difícil y peligroso. Los “coyotes” van a cobrar más caro y no siempre se logrará el objetivo. Y si algunos logran pasar, siempre van a estar en el desamparo y en el peligro de que los expulsen. Cierto que la pobreza y la violencia empujan a emigrar, pero hay que medir los peligros y las posibilidades reales no sólo de pasar la frontera, sino de encontrar un trabajo seguro allá. El riesgo de perder la vida y de ser expulsados, será mucho mayor.
Mientras tanto, nos esforzaremos por ofrecer a los migrantes centroamericanos que pasan por nuestro territorio, una estancia digna y segura en nuestros albergues que hemos implementado para ellos. Y que seamos solidarios con quienes encontremos en la calle.
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