En León comprobé esta ecuación de que la combinación de catedral + turistas = banalidad. Sin embargo, la Colegiata de San Isidoro de León y su museo lucían con una paz y una serenidad envidiables. En ese museo todo estaba perfecto. Percibí que está gobernado por manos expertas.
Debo reconocer que me entusiasmó más la colegiata que la catedral. La colegiata lucía verdaderamente medieval, el espíritu del medievo seguía reinando silencioso en sus espacios. La catedral estaba invadida.
Y después en ella estaba ese horrible arco en el coro de los canónigos. Sé que es del siglo XVIII, pero el efecto de ese arco rompe completamente la estética gótica de ese lugar. También la guillotina es de ese mismo siglo. Precisamente el trascoro cumple la función de que la catedral no se “entregue” de una sola vez.
En el trascoro, un pórtico más pequeño, como el de Canterbury o Westminster o tantos otros, hubiera cumplido la función de poder ver hasta el fondo, pero ocultando al mismo tiempo: permitir la visión y ocultar. La catedral gótica nunca se ha mostrado diáfana, nunca ha sido posible ver desde los pies al ábside. Era una especie de laberinthus Dei.
El arco del coro de la catedral de León es schrecklich, como dirían los alemanes. Entre el bigote de Hitler o ese arco, creo que me hasta preferiría ese horrible bigotejo.
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