En la Audiencia general de este miércoles 29 de marzo, durante la catequesis, el Papa prosiguió con el ciclo dedicado a la esperanza cristiana y reflexionó sobre el concepto de la «esperanza contra toda esperanza» a la que se refiere San Pablo en la Carta a los Romanos.
“Estamos acostumbrados a reconocer en Abraham a nuestro padre en la fe; hoy el Apóstol nos hace comprender que Abraham es para nosotros padre de la esperanza; no sólo padre en la fe, sino padre en la esperanza. Y esto porque en su historia podemos ya aprehender un anuncio de la Resurrección, de la vida nueva que vence el mal y la misma muerte”, dijo Francisco.
El Papa señaló que “Nuestra esperanza no se apoya en razonamientos, previsiones o cálculos humanos; y se manifiesta ahí donde no hay más esperanza, donde no hay nada más en que esperar, justamente como sucedió con Abraham, ante su muerte inminente y la esterilidad de su esposa Sara […] Era el final para ellos –recordó– , no podían tener hijos y ahí, en esa situación, Abraham cree y tuvo esperanza contra toda esperanza. ¡Y esto es grande! La gran esperanza hunde sus raíces en la fe, y justamente por esto es capaz de ir más allá de toda esperanza. Sí, porque no se funda en nuestra palabra, sino en la Palabra de Dios”.
Luego, el Francisco cuestionó a los asistentes: “¿Estamos convencidos que Dios nos quiere mucho y que todo aquello que nos ha prometido está dispuesto a llevarlo a cumplimiento? Pero Padre, ¿Cuánto debemos pagar por esto? (El Señor responde): “Hay un precio: abrir el corazón”. Abran sus corazones y esta fuerza de Dios llevará adelante y hará cosas milagrosas y les enseñará que cosa es la esperanza. Este es el único precio: abrir el corazón a la fe y Él hará el resto. ¡Esta es la paradoja y al mismo tiempo el elemento más fuerte, más alto de nuestra esperanza! Una esperanza fundada en una promesa que del punto de vista humano parece incierta e impredecible, pero que no disminuye ni siquiera ante la muerte, cuando a prometer es el Dios de la Resurrección y de la vida. Esto no lo promete uno cualquiera, ¡no! Quien lo promete, es el Dios de la Resurrección y de la vida».
El Papa concluyó dirigiéndose a los fieles en la Plaza: “Hoy estamos todos en la plaza, alabemos al Señor, cataremos el Padre Nuestro, luego recibiremos la bendición… pero esto pasa. Pero esto, también, es una promesa de esperanza. Si nosotros hoy tenemos el corazón abierto, les aseguro que todos nosotros nos encontraremos en la plaza del Cielo por siempre, que no pasa nunca. Y esta es la promesa de Dios. Y es la esperanza contra toda esperanza”.
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