“Como para los discípulos de los orígenes, nuestros lugares de anuncio son las calles del mundo: y sobre todo allí que el Señor espera ser conocido hoy. Como en los orígenes desea que el anuncio sea llevado con su fuerza: no con la fuerza del mundo, sino con la fuerza límpida y suave del testimonio alegre. Esto es urgente. Pidamos al Señor la gracia de no fosilizarse sobre cuestiones no centrales, sino de dedicarse plenamente a la urgencia de la misión”, indicó el Pontífice a la multitud reunida, pasadas las 5:00 p.m. (hora local).
Además, pidió dejar atrás “las murmuraciones y las fingidas discusiones de quien se escucha solo a sí mismo” para “trabajar eficazmente por el bien común y la paz”.
“Vamos a jugar con coraje, convencidos de que hay más alegría en dar que en recibir. El resucitado y Señor siempre intercede por nosotros, que Él sea la fuerza de nuestra marcha, el valor de nuestro caminar”, añadió.
Asimismo, Santo Padre aseguró que Jesús, en “un acto de suprema confianza”, “cree en nosotros más de lo que creemos en nosotros mismos”.
Afirmó que el Señor nos envía a anunciar la Buena Nueva “a pesar de nuestras faltas” y aunque sepa que nunca “será perfecto”. Sin embargo, explicó que para Jesús “es muy importante que pronto superemos una gran imperfección: la cerrazón”.
“Porque el Evangelio no puede ser encerrado y sellado, porque el amor de Dios es dinámico y quiere alcanzar a todos. Para anunciar todavía es necesario andar, salir de sí mismo. Con el Señor no se puede estar quieto, acomodado en el propio mundo o en el recuerdo nostálgico del pasado; en Él está prohibido detenerse en la riqueza adquirida”, añadió.
En ese sentido, el Pontífice enfatizó que “la riqueza para Jesús está en el andar, con confianza: allí se revela su fuerza. Porque el Señor no aprecia las comodidades y el confort, pero incomoda y relanza siempre”.
Por otra parte, el Santo Padre resaltó que el poder de Dios es el de “unir el cielo con la tierra”, algo que también realiza la Iglesia a través de la oración de intercesión.
“Cuando Jesús ha subido al Padre nuestra carne humana, ha atravesado el umbral del cielo: nuestra humanidad está ahí, en Dios, para siempre. Ahí está nuestra confianza, porque Dios no se separará más del hombre”.
Finalmente, reafirmó que “Jesús ante el Padre intercede cada día, cada momento por nosotros”.
“En cada oración, en cada uno de nuestros pedidos de perdón, sobre todo en cada misa, Jesús interviene: muestra al Padre los signos de su vida ofrecida, sus llagas, e intercede, obteniendo misericordia para nosotros”, concluyó
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— ACI Prensa (@aciprensa) 27 de mayo de 2017
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