El Santo Evangelio que nuestra madre Iglesia dispone en la mesa de la Eucaristía, ostenta dos imágenes magníficas, provenientes del mundo pastoril, que nos ayudan a comprender el sentido de la Pascua de Jesús, al presentarlo, especialmente el día de hoy, como “La Puerta” por la que habrán de pasar las ovejas para acceder a la salvación (Jn 10, 1-10).
El desafío
de las parábolas
Jesús contó a los fariseos una parábola descriptiva de una escena de la vida de cada día de Palestina, que gira en torno a la figura del pastor y la puerta del redil (véanse vv. 1-5). En ella, el redil alude al pueblo de Dios; además evoca que hay verdaderos y falsos pastores, como Jesús y los jefes del pueblo; y están las ovejas, o sea los creyentes que escuchan la voz del pastor.
Nuestro pasaje está íntimamente ligado con el anterior de la curación del ciego de nacimiento, en cuyo desenlace vemos a algunos fariseos preguntar: “¿Es que también nosotros somos ciegos?” (Jn 9, 40). Aquellos cegados fariseos no comprendieron que la parábola se dirigía a ellos. Esto el evangelista lo confirma (compárese v. 6). Su incomprensión no consiste en un problema de índole intelectual, cuanto en una deliberada negativa a aceptar el desafío que entrañan las parábolas.
En Jesús se decide
nuestra salvación
En un segundo momento encontramos la explicación inicial que el propio Jesús hace de la parábola cuando declara solemnemente: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas” (v. 7). Jesús se presenta a sí mismo como el paso obligado por el que deben entrar quienes quieran estar a salvo y encontrar todo aquello que necesitan (véanse vv. 8-9). La idea de la puerta de salvación aparece en el Salterio: “Aquí está la puerta de Yahvé, los justos entrarán por ella” (Sal 118, 20).
El objetivo de la parábola está claro: la manera correcta de acercarse a las ovejas es a través de la puerta que custodia el portero. Jesús es, por tanto, la puerta y el pastor que permite acceder a las ovejas. Con ello el evangelista desea resaltar que para regir legítimamente el rebaño, hay que contar con Jesús (compárese Jn 21, 15-17). Jesús se muestra como el responsable y generoso pastor, a quien las ovejas reconocen por su voz y también por llamarlas a cada una por su nombre (véase v. 3).
Frente a quienes provocan la destrucción y la muerte del rebaño, Jesús afirma: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (v. 10). En Jesús se decide nuestra salvación.
Advertir la presencia
de Jesús
En este gozoso tiempo pascual, con una actitud de profundo agradecimiento, dejemonos sentir la presencia bondadosa de Jesús, convencidos que: “El entender que sigue a la fe consiste en advertir una presencia” (Santo Tomás de Aquino).
En un libro clásico, ¡precioso!, donde encontramos la buena ventura de siete filósofos judíos que encuentran a Cristo, entre los que destaca santa Edith Stein, una inteligente religiosa, que siguiendo al Señor, nos incita a seguirlo: “Hacernos semejantes a El es nuestra meta. Y ser formados por El a Su semejanza, habiendo sido insertados como miembros en el Cuerpo del que El es la Cabeza, es nuestro camino” (J. M. Oesterreicher, Siete filósofos judíos encuentran a Cristo, Aguilar Ediciones, Madrid 1961, pág. 447).
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