Reproducir la imagen del Hijo

1Nuestra madre Iglesia dispone en la mesa de la Eucaristía un texto bellísimo del Señor Jesús. Se trata de un pasaje que pertenece a los conocidos “Discursos de despedida” joánicos. Las palabras de Jesús evocan su testamento espiritual, donde orienta a los suyos sobre lo que sucederá cuando ya no esté físicamente con ellos, exhortándolos a no perder la paz (Jn 14, 1-12).

Jesús hace un llamado
a confiar en él
El pasaje está inserto dentro del primero de los referidos discursos (Jn 13, 31–14, 31); presenta la forma de un diálogo, en el cual, a través de preguntas y respuestas, Jesús ofrece las aclaraciones pertinentes. Inicia con una invitación a vivir serenamente, fundada en la fe en Jesús, quien marchará delante para preparar un espacio para los suyos (vv. 1-2 compárense con Dt 1, 19-33 – esp. v. 33 –, texto en el cual se persuade al pueblo a confiar en Dios).
Jesús volverá resucitado para llevarse a sus discípulos y, les promete, “para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy” (vv. 3-4).
Jesús mismo es la teofanía
Las palabras de Jesús provocaron, primero, que Tomás le solicitara una explicación: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” (v. 5). Jesús, entonces, se presenta a sí mismo como “el camino, la verdad y la vida” (v. 6); más aún, categórigo afirma: “Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre” (v. 7).
Pero Felipe se siente desbordado ante el Misterio de la persona de Jesús, por ello le pide a su Maestro que les muestre al Padre (véase v. 8). La respuesta de Jesús es contundente: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes , ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre” (v. 9).
Recurrimos de nuevo al ejemplo de la religiosa carmelita Santa Edith Stein, una mujer nacida en una piadosa familia judía, elegida para ser testigo del amor de Dios manifiesto en su Hijo Jesucristo: “Deseosa de manifestarle su cariño, la hija iba a Breslau simpre que podía para estar con su madre, a quien las noticias de la fe católica de Edith hicieron derramar las primeras lágrimas que sus hijos la habían visto […] Su madre le dijo desesperadamente: ‘¿Por qué lo has hallado? No quiero decir nada contra él, puede haber sido un hombre muy bueno, pero ¿por qué se hizo Dios a sí mismo?’” (J. M. Oesterreicher, Siete filósofos judíos encuentran a Cristo, Aguilar Ediciones, Madrid 1961, págs. 447-448).
Jesús, “Señor mío y Dios mío” (Jn 20, 28), gracias por venir a colmar el profundo anhelo que anida en nuestro corazón, que en voz del orante clama: “Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver el rostro de Dios” (Sal 42, 3).
Jesús mismo es la teofanía.

Jesús ostenta
el auto-relato del Padre
Terminamos con una hermoso relato de matriz judía: “Le preguntaron a un rabino: ‘¿Por qué Dios creó al hombre?’. El maestro contestó: ‘Porque A Dios le gustan los cuentos. Y cada hombre es un relato precioso de Dios’”.
Si bien, nosotros, los cristianos, partiendo del don de la fe en Cristo Jesús, creemos que él es el relato más hermoso jamás contado, puesto que él es el mismísimo relato del Padre: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18).
Por ello, los exhortamos, en especial en este tiempo pascual, a agradecer a Dios el vocacionarnos con el fin de “reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogenito entre muchos hermanos” (Rm 8, 29).

Etiquetas:

Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets