Pbro. Lic. José Marcos
Castellón Pérez
La palabra castellana “proceso” tiene su origen en el vocablo latino processus, que está, a su vez, compuesto de un prefijo pro, que tiene muchos significados como: delante, junto a, en favor de, por, en virtud de; y del verbo cedere que significa marchar, ir a. Por tanto, etimológicamente proceso significa marchar o ir hacia adelante, marchar en favor de algo, ir en virtud de algo. El diccionario lo define como la sucesión de acciones realizadas con cierto orden en determinado tiempo que se dirigen a una finalidad.
En un lenguaje profano, proceso nos hace referencia a una meta ideal que se proyecta en el futuro y que se va alcanzando progresivamente en cada paso que se da. En el proceso se suman los pasos que se han dado, estos se acercan de forma progresiva a la meta, pero todavía se mantiene el ideal propuesto en una lejanía esperanzadora, lo que ayuda a no vanagloriarse en los logros y ahí estancarse, sino de seguir luchando por conseguir el fin propuesto.
En relación con la acción de la Iglesia, se utiliza la palabra proceso para señalar que todas sus acciones, realizadas en un tiempo determinado, deben ser hechas de forma ordenada y progresiva por medio de un plan pastoral, y encaminadas al fin para el cual existe: evangelizar, hacer presente el Reino de Dios. Para la Iglesia, la meta ideal es el Reino de Dios, cada acción pastoral es un paso que adelanta el Reino, pero de forma parcial por dos razones: porque se nos dará plenamente sólo como don de Dios hasta el fin del mundo cuando aparezca Cristo como Juez y porque, mientras estemos en este mundo, ninguna de las acciones de la Iglesia que son siempre acciones humanas, por muy perfectas que sean, podrán agotar la riqueza del Reino de Dios.
Ciertamente las acciones pastorales de la Iglesia, tanto del ministerio profético como litúrgico y social, son una realización del Reino porque hacen posible la presencia salvífica de Jesucristo por la acción del Espíritu Santo, pero lo hacen de forma sacramental y, en cuanto son hechas por hombres frágiles, llevan la marca de la finitud y de la precariedad humana. Son una realización real, pero parcial, no en la plenitud prometida. El Reino se trata de una realidad escatológica, es decir, la vivimos ya de alguna forma, pero todavía no plenamente, pues eso será hasta el fin de los tiempos y siempre como don de Dios.
Cuando utilizamos la palabra proceso para la acción de la Iglesia queremos entender precisamente esta realidad escatológica del Reino de Dios, del “ya, pero todavía no”. De testimoniar que Dios está actuando ya ahora, pero todavía nos falta ver cara a cara de forma perfecta, plena y total la gloria Dios, y que nuestras acciones realizan y se encaminan a esta “Meta Final” de la historia.
Publicar un comentario