Así lo indicó el Purpurado en su carta pastoral titulada “El desafío del racismo hoy” que dio a conocer este 1 de noviembre, Solemnidad de Todos los Santos.
En el texto dirigido a los sacerdotes, religiosos y laicos de la Iglesia en Washington, el Cardenal precisa que “el racismo niega la igualdad y la dignidad básicas de todas las personas ante Dios y entre sí”.
“El racismo se define como un pecado porque ofende a Dios al negar la bondad de la creación. Es un pecado contra nuestro prójimo, particularmente cuando se manifiesta en apoyo de las estructuras sistémicas de pecado en los ámbitos social, económico y político”.
También, prosigue el Cardenal, “es un pecado que atenta contra la unidad del Cuerpo de Cristo, porque socava la solidaridad por cuenta de las faltas personales de prejuicio, discriminación y violencia”.
Ante el avance del racismo, recuerda, los obispos de Estados Unidos han establecido un Comité Ad Hoc “formado por miembros del clero y por hombres y mujeres seglares con el cometido de denunciar este mal que es causa de desunión y de gran daño”.
El Cardenal dijo además en la carta pastoral que “las divisiones que nos aquejan hoy en día, que se basan en el color de la piel o el origen étnico de una persona, obviamente no forman parte del plan de Dios”.
“Este es el punto de partida para nuestra reflexión. La raza humana está enraizada en el acto bondadoso y creativo de Dios, que nos creó y quiso que fuéramos una familia, –todos hijos de Dios– hechos a la imagen y semejanza de Dios”.
“No hay base alguna para sostener que algunos están hechos más a la imagen de Dios que otros”, precisó.
El Arzobispo explicó también que “nadie es mejor que otra persona por el color de su piel o el lugar de su nacimiento. Lo que nos hace iguales ante Dios y lo que nos debe hacer iguales en dignidad el uno frente al otro es que todos somos hermanos y hermanas, porque todos somos hijos del mismo Dios bondadoso que nos creó”.
Un poco de historia
El Cardenal Wuerl recordó que la historia de Estados Unidos “ha sido testigo de la explotación y la opresión de los pueblos indígenas, asiáticos, latinos, japoneses-estadounidenses y otros, e incluso personas procedentes de diversas partes de Europa”.
“En nuestra patria, la evidencia más profunda y extensa del racismo radica en siglos de pecados como los de trata de personas, esclavización, segregación y los efectos persistentes que han experimentado hombres, mujeres y niños afroamericanos”.
La experiencia en la historia, indicó el Purpurado estadounidense, se ha visto agravada por la “indignación selectiva expresada frente a ciertas formas de discriminación y el apoyo silencioso a otras expresiones de discriminación por parte de algunas fuerzas políticas, algunas entidades religiosas y eclesiásticas, y algunos medios de comunicación”.
“Aquello que debería ser una bendición, –la diversidad de nuestros orígenes, experiencias y culturas– se convierte en un obstáculo para la unidad y una pesada carga para algunos. El dolor que esta situación causa en la vida de las personas es muy real”, lamentó.
El Cardenal resaltó que no sirve la aproximación de las “declaraciones políticamente correctas para proclamar la igualdad racial, si no hay un cambio en la actitud básica del corazón humano”.
El Arzobispo de Washington reconoció también “el testimonio de los católicos afroamericanos, que a través de épocas de esclavitud, segregación y racismo se han mantenido firmes en su fe. También reconocemos la fe perdurable de los inmigrantes, que no siempre se han sentido bienvenidos en las comunidades en las que hoy han formado sus hogares”.
Una respuesta concreta
El Cardenal Wuerl explicó en su carta algunas de las iniciativas que realiza en su Arquidiócesis, a través de la Oficina de Diversidad Cultural y Extensión Comunitaria:
La celebración del Mes de la Historia Católica Negra, que comprende una Misa con participación del Coro Gospel de la Arquidiócesis de Washington, y en enero, la Misa anual en homenaje a la vida y el legado del Dr. Martin Luther King Jr.
En este homenaje, indicó el Purpurado, “nos reunimos como familia arquidiocesana para celebrar piadosamente la marcha del Dr. King por la libertad, y decidirnos a continuar esa marcha juntos”.
La Caminata con María conmemora anualmente a la Virgen de Guadalupe, “por lo que invitamos a los católicos locales de todos los orígenes a caminar y orar juntos en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en reconocimiento del papel que cumple la Virgen María como nuestra madre espiritual y patrona de las Américas”.
La Arquidiócesis también celebra, con la Iglesia en Estados Unidos, la Semana Nacional de Migración y “alienta a los católicos de nuestras parroquias locales a reflexionar sobre los desafíos que enfrentan los inmigrantes, los refugiados y las víctimas del tráfico de personas”.
Además de diversos proyectos educativos y de atención a los migrantes recién llegados, el Cardenal exhortó a las parroquias “a tomar medidas positivas para promover la unidad y el entendimiento entre todos los miembros de nuestra familia de fe. La Eucaristía dominical ofrece una gran cantidad de oportunidades para reflexionar sobre este tema”.
“Las oraciones de los fieles pueden promover la justicia social e instar a la eliminación del racismo. Las homilías pueden exponer las implicaciones de la fe cristiana frente al prejuicio y el comportamiento racista”.
Las parroquias, dijo asimismo, “pueden ofrecer oportunidades y material catequético para que los adultos comiencen un diálogo sobre cómo abordar las situaciones aquí planteadas”.
En el debate público sobre los desafíos de esta época, continuó, “también debemos defender la dignidad de la vida humana en todas sus etapas y debemos insistir en el lugar que le corresponde a la fe religiosa. Sin Dios y sin el sentido del bien y el mal que engendran las convicciones religiosas, nunca podremos confrontar adecuadamente el racismo”.
“Es posible que la eliminación del racismo parezca una tarea abrumadora para cualquiera de nosotros e incluso para toda la Iglesia. Sin embargo, ponemos nuestra confianza en el Señor”.
Finalmente el Arzobispo resaltó que “en la peregrinación hacia ese ‘cielo nuevo y tierra nueva’, avanzamos con fe en la gracia de Dios, con esperanza en nuestra propia determinación y, sobre todo, en el amor mutuo entre unos y otros como hijos de Dios”.
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