El asesinato del Padre Juan Miguel Contreras García provocó, por lo singular del caso, una gran consternación, en los fieles, en particular, de la comunidad de San Pio de Pietrelcina, donde desarrollaba su ministerio como Vicario Parroquial, y en toda la Arquidiócesis de Guadalajara. Causó, también, sorpresa en la sociedad. Aunque los homicidios, en nuestro entorno, se han vuelto algo, desgraciadamente, cotidiano, un hecho así, la privación de la vida de un sacerdote, en esta forma, es inusual. Algo tuvo que haber pasado que ocasionara tan lamentable desenlace.
Las suposiciones, sospechas e imaginaciones no se hicieron esperar. Por eso, era necesario, como en todos estos casos, que la autoridad, lo más pronto posible investigara y aclarara, apegada a la ley y a la honestidad en las pesquisas, el hecho, para disipar las dudas. Los resultados no han sido satisfactorios.
Si bien se logró aprehender al asesino confeso, las declaraciones del mismo, en torno a los hechos y las razones de su proceder, han sido contradictorias. En la misma declaración escrita (existe otra en video), por ejemplo (pudiéramos señalar más), primero manifiesta haber conocido al clérigo, y luego señala que, antes de matarlo, tuvo que preguntar quién era, para identificarlo. Entonces, ¿lo había visto o no antes de quitarle la vida? Y así, otras serias inconsistencias.
Por esto, nos sentimos desilusionados, decepcionados, porque no se ha llegado a una verdad contundente y coherente.
Por otra parte, manifestamos nuestro extrañamiento por la filtración (no sabemos quién), provocadora e irresponsable, a algunos medios de comunicación, del acta de la detención de Cristian Octavio Cholico, y donde manifiesta, según él, lo que lo orilló a cometer el crimen en contra del Padre Juan Miguel. Un documento que solo debería estar en la Fiscalía, y en su caso, que ésta, oficialmente, diera a conocer los datos que considerara pertinente, alguien lo filtró para que fuera del conocimiento y el escarnio público.
La publicación de este documento filtrado vino a consternar más, y a confundir, a los fieles de la comunidad de Tlajomulco, último destino del sacerdote, y que no tenían ninguna referencia de lo que ahí se describe.
Esperamos que lo publicado no sea una conclusión definitiva de parte de la Fiscalía, porque hay elementos sustanciales que no están claros.
Ante los crímenes no debe haber tolerancia, y sí claridad y celeridad para resolverlos, no importa de la persona que se trate. Se requiere siempre contundencia, coherencia, verdad y justicia.
La comunidad espera la verdad sin contradicciones. Que sean verdades, con fundamento, sin re-victimizar al asesinado. Verdades, aunque no sean agradables, pero sólidas, y que pueden afectar incluso a los que están investigando los hechos. Todavía, esperamos, entonces, saber quién mandó matar al Padre Juan Miguel y por qué.
En este caso podemos aplicar la misma preocupación y dolor que manifiesta el Papa Francisco, por las víctimas de abusos sexuales: “Mirando hacia el futuro, nunca será suficiente lo que se haga para reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro, nunca será poco todo lo que haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse” (Carta al Pueblo de Dios. 20 de Agosto de 2018. Cd. del Vaticano).
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