Redacción ArquiMedios
El pasado martes 14 de agosto, el fiscal general del estado de Pensilvania, Estados Unidos, Josh Shapiro publicó un informe de más de 1,300 páginas sobre agresiones sexuales (violación, abuso sexual y tocamientos indebidos) a más de mil menores, cometidos por 301 sacerdotes en seis de las ocho diócesis de ese estado (Allentown, Erie, Greensburg, Harrisburg, Pittsburgh y Scranton), cuya conclusión es que hubo abusos y encubrimientos sistemáticos durante 70 años (1947 – 2017).
En lugar de denunciar a los pedófilos, las diócesis los trasladaban rutinariamente de una parroquia a otra, lo cual les permitía atacar a nuevas víctimas, muestra el documento. El Gran Jurado del estado trabajó dos años en lo que podría ser la investigación más exhaustiva sobre la Iglesia, abordada por un estado; participaron el FBI y las propias diócesis estadounidenses.
El gran jurado tomó testimonios de docenas de testigos. Pero fue en los archivos de la iglesia -más de medio millón de páginas de documentos diocesanos internos- donde encontró los nombres de más de mil niños que fueron víctimas. “Creemos que el número real -de menores cuyos registros se perdieron, o que tuvieron miedo de presentarse- asciende a miles”, señaló el informe.
Shapiro relató que el abuso fue “sistemáticamente encubierto por funcionarios de la Iglesia en Pensilvania y en El Vaticano. (…) Para muchas víctimas este informe del Gran Jurado hace justicia”. (…) Los abusadores en cada diócesis usaron la fe católica como un arma y la emplearon como una herramienta para sus abusos”, dijo a la prensa el fiscal general de Pensilvania al resumir los hallazgos.
Originalmente, el informe redactado del Gran Jurado, iba a ser dado a conocer a finales de junio, pero la Corte Suprema del estado puso un freno en su comunicación cuando más de una docena de los mencionados allí presentaron objeciones, alegando que las acusaciones dañarían su reputación y les negarían su derecho constitucional al debido proceso.
Culpables con nombre y apellido
Los sacerdotes mencionados en el informe son acusados de varios crímenes, incluyendo violación, abuso sexual y tocamientos indebidos. El informe indica que algunos de los presbíteros habrían manipulado a sus víctimas con alcohol y pornografía.
Un sacerdote se declaró culpable como resultado de la investigación. El reverendo John Sweeney, de la Diócesis de Greensburg, admitió en julio una acusación de agresión indecente después de reconocer que obligó a un niño de 10 años a practicar sexo oral con él. Un segundo cura también fue acusado basándose en la investigación del Gran Jurado. El sacerdote David Poulson, de la Diócesis de Erie, fue acusado de atentado al pudor, poner en peligro el bienestar de los niños y corrupción de menores, después de denuncias por abuso sexual de dos niños durante varios años. Los fiscales aseguraron que agredió a un niño más de 20 veces, y que luego exigía que el menor le confesara el abuso.
No está claro si se presentarán otros cargos después de la publicación del informe, debido a los límites de tiempo impuestos por la prescripción en Pennsylvania sobre delitos de abuso sexual infantil. Aproximadamente dos tercios de los sacerdotes acusados han muerto. El acusado más joven nombrado en el informe nació en la década de 1990.
Junto a las reprobables acciones que describe el documento, hay también un punto luminoso, pues el texto del Gran Jurado de Pennsylvania reconoce que las políticas internas de las diócesis sobre el tema de abusos “han cambiado mucho en los últimos 15 años”. En 2002, los obispos de E.E. U.U. adoptaron el “Estatuto para la Protección de Niños y Jóvenes”, en el que se obligaron a responder con prontitud y compasión a las víctimas, informar el abuso de menores, expulsar a los delincuentes y tomar medidas continuas para prevenir el abuso. Esta Carta fue revisada y actualizada en 2011 y nuevamente en 2018.
El informe señaló que “parece que la Iglesia está avisando con mayor rapidez a las autoridades civiles cuando hay una denuncia de abuso. Se han introducido procesos de revisión interna. Las víctimas ya no son tan invisibles”. Sin embargo, aún no desaparecen los abusos contra menores en la Iglesia.
Informes similares han surgido en Europa, Australia y Chile, lo que provocó denuncias e investigaciones contra consagrados de la Iglesia Católica, que cuenta con unos 1.200 millones de miembros en todo el mundo.
Redacción ArquiMedios
En respuesta al informe del Gran Jurado de Pensilvania, el Cardenal Daniel N. DiNardo, Arzobispo de Galveston-Houston, y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB por sus siglas en inglés) y Monseñor Timothy L. Doherty, Obispo de Lafayette, Indiana, y Presidente del Comité para la Protección de Niños y Jóvenes de la USCCB, emitieron la siguiente declaración conjunta:
“El informe del gran jurado de Pensilvania ilustra nuevamente el dolor de aquellos que han sido víctimas del delito de abuso sexual por miembros individuales de nuestro clero, y por aquellos que protegieron a los abusadores y así facilitaron un mal que continuó por años o incluso décadas. Estamos agradecidos por la valentía de las personas que ayudaron en la investigación al compartir sus historias personales de abuso.
“Como cuerpo de obispos, nos sentimos avergonzados por los pecados y las omisiones de los sacerdotes y obispos católicos. No sentimos profundamente tristes cada vez que escuchamos acerca del daño causado como resultado del abuso, a manos de un clérigo de cualquier rango. El Comité para la Protección de Niños y Jóvenes de la USCCB y la oficina de la Secretaría de Protección de Niños y Jóvenes continuará ofreciendo vías para la curación de aquellos que han sido abusados.
“Nos comprometemos a trabajar de manera determinada para que ese abuso no vuelva a suceder. Nos comprometemos a mantener la transparencia y a prever la remoción permanente de los delincuentes del ministerio y a mantener un entorno seguro para todos. Las diócesis y las parroquias ponen a disposición del público todas las políticas y procedimientos relacionados con los requisitos de capacitación y verificación de antecedentes.
“Oramos para que todos los sobrevivientes de abuso sexual encuentren curación, consuelo y fortaleza en la amorosa presencia de Dios mientras la Iglesia se compromete a continuar restaurando la confianza mediante el acompañamiento, la comunión, la responsabilidad y la justicia”, concluyó.
Como cuerpo de obispos,
nos sentimos avergonzados
por los pecados y las omisiones de los sacerdotes católicos y
obispos católicos.
Mantener a los niños a salvo
Además, de la USCCB, la seis diócesis implicadas en el informe publicaron declaraciones por separado en las que reconocieron las fallas para proteger a los niños y se comprometieron a trabajar para que estos hechos no vuelvan a ocurrir nunca más.
Por ejemplo, el Obispo de Harrisburg, Monseñor Ronald W. Gainer, dijo en una declaración que estaba “entristecido” por el informe, “porque una vez más leemos que los niños inocentes fueron víctimas de actos horrendos cometidos contra ellos”. También se disculpó nuevamente con los sobrevivientes y con la sociedad, tanto por los abusos del pasado como por los funcionarios de la Iglesia que permitieron que ocurrieran.
El obispo dijo a los fieles que las políticas habían cambiado para garantizar un entorno más seguro y que “la seguridad y el bienestar de nuestros niños es demasiado importante como para no tomar medidas inmediatas y definitivas”.
En una declaración, la Arquidiócesis de Filadelfia señaló que el contenido “es doloroso”, de forma especial “para los sobrevivientes a los abusos sexuales y para sus familias”.
Por su parte, el Obispo de Pittsbugh, Monseñor David Allen Zubick, que antes de conocer el texto ya había anunciado que la diócesis publicaría la lista de los clérigos acusados de abusos, escribió una carta en la que señaló que la Iglesia “está herida por los desgarradores datos del informe del Gran Jurado”. Apenado por “no poder disminuir el dolor surgido”, pide perdón a las víctimas y sus familias a la vez que recuerda los pasos dados para ofrecer misericordia a las víctimas “y ayudar a recuperarse”. Por ello, prometió “trabajar duro para crear entornos en los que sus hijos puedan estar seguros. Cualquier esfuerzo para proteger a los niños es más eficaz cuando trabajamos juntos”, reiteró.
La Diócesis de Scranton también emitió un comunicado –además de publicar en su web una lista de 70 culpables, sacerdotes y laicos– en el que señaló que hay que “garantizar que ningún niño sea víctima de abusos y que ningún culpable sea protegido”. El Obispo, Joseph C. Bambera ratificó su política de “tolerancia cero” y señaló la colaboración que la diócesis ha tenido con la fiscalía. “Si bien el pasado no se puede cambiar, la Diócesis de Scranton sigue dedicada a mantener a nuestros niños a salvo de los abusos en el futuro”, dijo en un videomensaje.
También la Diócesis de Erie salió al paso del informe, admitió la complicidad de un obispo anterior que también se encuentra acusado. El obispo actual, Monseñor Lawrence Persian ya se ha puesto en contacto con las víctimas mencionadas.
Asimismo, el Obispo de Harrisburg, Monseñor Ronald W. Gainer señaló su compromiso “a proseguir e intensificar los cambios positivos para garantizar que tales atrocidades no vuelvan a ocurrir nunca más. Quiero que los niños, los padres, los feligreses, los estudiantes, el personal, el clero y el público sepan que nuestras iglesias y escuelas son seguras; no hay nada que tomemos más en serio que la protección de aquellos que atraviesan nuestras puertas”, ratificó.
Redacción ArquiMedios
El Cardenal Daniel N. DiNardo, Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), emitió una declaración después de reunirse con miembros del Comité Ejecutivo de la USCCB y otros obispos, el pasado 17 de agosto.
La declaración incluyó tres objetivos y tres criterios, además de los pasos iniciales de un plan que involucrará a laicos, expertos y al Vaticano. Un plan más desarrollado será presentado a todos los obispos en su Asamblea General en Baltimore en el próximo mes de noviembre.
En primer lugar, el Presidente de la USCCB se refirió a los sentimientos expresados semanas atrás de tristeza, enojo y vergüenza por las recientes revelaciones sobre el Arzobispo Theodore McCarrick. Sentimientos – dijo- que “continúan y se profundizan a la luz del informe del Gran Jurado de Pensilvania.
“Nos enfrentamos a una crisis espiritual que requiere no sólo la conversión espiritual, -manifestó – sino también cambios prácticos para evitar repetir los pecados y fracasos del pasado que son tan evidentes en el informe reciente”.
Nuevos objetivos
Seguidamente el purpurado se refirió a la reunión del Comité Ejecutivo de la Conferencia de Obispos Católicos, e informó acerca de los cambios necesarios que fueron establecidos por dicho comité. Se trata de tres objetivos y tres criterios.
El primer objetivo es realizar una investigación en torno al Arzobispo McCarrick; en ese sentido, manifestó que invitarán al Vaticano a llevar a cabo una Visita Apostólica para abordar esta cuestión junto con un grupo de personas, en su mayoría laicos, identificados por sus conocimientos especializados. El segundo, es la apertura de canales nuevos y confidenciales para reportar denuncias contra los obispos; y en tercer lugar establecen el abogar por una resolución más efectiva de las denuncias futuras.
Estos objetivos se perseguirán de acuerdo con tres criterios: primero, el de una adecuada independencia para que se actúe libre de prejuicios o influencias indebidas. El segundo criterio está relacionado con la autoridad en la Iglesia: debido a que sólo el Papa tiene autoridad para disciplinar o remover a los obispos, se asegurarán de que las medidas respeten esa autoridad. Y el tercer criterio es el de la participación de los laicos cuya presencia refuerza el compromiso de los obispos con el primer criterio de independencia.
Además, el Presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense pidió humildemente perdón “por lo que mis hermanos obispos y yo hemos hecho y no hemos hecho. Cualesquiera que sean los detalles sobre el Arzobispo McCarrick o los muchos abusos en Pennsylvania (o en cualquier otro lugar), ya sabemos que una de las causas es el fracaso del liderazgo episcopal.
“El resultado fue que decenas de hijos amados de Dios fueron abandonados para enfrentar este abuso de poder en soledad. Esto es una catástrofe moral. Es también parte de esta catástrofe que tantos sacerdotes fieles que están persiguiendo la santidad y sirviendo con integridad han sido manchados por esta falta”, expresó y aseguró que tales hechos, con la ayuda de la Gracia de Dios, no se volverán a repetir nunca más.
Publicar un comentario