"Al vencedor le daré un maná escondido y un nombre nuevo"
Ex 16,2-4.12-15: "Yo haré llover pan del cielo"
Sal 77,3 y 4bc.23-24.25 y 54: "El Señor les dio un trigo celeste"
Ef 4,17.20-24: "Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios"
Jn 6,24-35: "El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed"
Sal 77,3 y 4bc.23-24.25 y 54: "El Señor les dio un trigo celeste"
Ef 4,17.20-24: "Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios"
Jn 6,24-35: "El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed"
Ante las dificultades surgidas en su camino hacia la Tierra Prometida, la ayuda divina no pudo ser más espectacular y eficaz: "Hizo llover sobre ellos carne como una polvareda, y volátiles como la arena del mar". La sorpresa quedaría definitivamente plasmada en el "nombre" de la nueva ayuda: ¿Qué es esto? ("Manhú"). Así quedó en las mejores tradiciones de Israel: "Hizo llover sobre ellos maná, les dio trigo celeste".
El discurso que Jesús pronuncia después de la multiplicación de los panes intenta desvelar el profundo significado de lo que ha hecho. Pero el lector advierte en seguida que hay dos niveles: uno, el de las palabras de Jesús; otro, el que la gente quiere entender. Y son paralelos, de modo que no entenderán casi nada. Mientras Jesús habla del "pan que da la vida eterna", ellos no pasan de entender el pan que dio Moisés en el desierto.
Los contemporáneos de Jesús, con tal de no aceptarlo como Mesías, buscaban mil y una explicaciones para no creer en Él. No lo aceptaban y era por razones religiosas, es decir, comparaban a Jesús con Moisés o con otro y siempre quedaba Jesús por debajo. Hoy las cosas van por otro camino. Se trata de primar la razón positiva para desentrañar cualquier "misterio". Pero un método así, se cierra él mismo las puertas de la verdad.
– "Sobre esta armonía de los dos Testamentos se articula la catequesis pascual del Señor, y luego la de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia. Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis «tipológica», porque revela la novedad de Cristo a partir de «figuras» (tipos) que la anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son explicadas. Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el Bautismo, y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo; el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía «el verdadero Pan del Cielo» (Jn 6,32)" (1094; cf. 1334).
– El banquete pascual:
"El altar, en torno al cual la Iglesia se reúne en la celebración de la Eucaristía, representa los dos aspectos de un mismo misterio: el altar del sacrificio y la mesa del Señor, y esto, tanto más cuanto que el altar cristiano es el símbolo de Cristo mismo, presente en medio de la asamblea de sus fieles, a la vez como la víctima ofrecida por nuestra reconciliación y como alimento celestial que se nos da. «¿Qué es, en efecto, el altar de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?», dice san Ambrosio (sacr. 5,7), y en otro lugar: «El altar representa el Cuerpo (de Cristo), y el Cuerpo de Cristo está sobre el altar» (sacr. 4,7). La liturgia expresa esta unidad del sacrificio y de la comunión en numerosas oraciones" (1383; cf. 1382).
– Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua "eucaristizados", "llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo" (San Justino, Apol. 1,66,1-2) (1355).
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