Hoy he estado viendo en la televisión un buen documental sobre el sistema solar. Al levantarme del sillón, me he preguntado: “¿Por qué todos los planetas están en el mismo plano?”.
Internet me ha dado la respuesta. En resumen, están en el mismo plano porque es el camino de menor resistencia. Es decir, es la ruta que ofrece el equilibrio óptimo entre la fuerza atractiva de la gravedad y la fuerza repulsiva centrífuga. Es algo que tiene que ver con momento angular.
A esto podríamos añadir más preguntas interesantes, tales como ¿por qué todos los planetas giran en la misma dirección?
¿Por qué menciono estas cosas? Pues porque con la Iglesia pasa lo mismo que con el sistema solar: es un sistema ordenado. Un sistema con sus órbitas y sus centros, y su centro de centros, y sus satélites menores orbitando alrededor de satélites mayores. Un conjunto en movimiento más admirable que el sistema solar.
Algunos creen que pueden ejercer violencia al orden, yendo contra el papa, desobedeciendo al obispo de su diócesis, criticando a su párroco, no creyendo en un dogma, no sometiéndose al Magisterio, enseñando que es lícito saltarse la moral.
No, no creo en el desorden. Creo en la Ley, porque hasta en el universo hay leyes. Creo en la ley civil y en la eclesiástica. Por eso precisamente he escrito los posts pasados sobre Franco, porque la violencia contra la Ley tiene que compensarse con un movimiento inverso de igual o superior fuerza; sea de un modo breve en el tiempo (con más intensidad) o sea más prolongado en el tiempo (con menos intensidad). Pero, finalmente, Dios impone la armonía, porque la historia humana es armonía. La impone de un modo rápido como ocurrió en la Guerra Civil Española o en la II Guerra Mundial, o de un modo lento como en el largo proceso que llevó al colapso del comunismo en 1990 o al final de la opresión belga en el Congo.
A veces la armonía es un sistema de movimientos que incluye una estabilidad de movimientos no regulares: Por ejemplo, Plutón (por algún evento violento) tiene una órbita que se sale del plano de los planetas. En el cristianismo, un ejemplo de esto sería que, tras el caos de los reformadores protestantes más exaltados vino un asentamiento de esos movimientos erráticos, en un sistema que incluyó esos movimientos no canónicos dentro del sistema general. Los movimientos caóticos del principio se asentaron finalmente, conformando movimientos no acordes a la ley general, pero que se integraron en la órbita general. Los astrónomos saben de lo que hablo. Los canonistas reconocerán que también saben de lo que hablo. Pero esto sería más largo explicarlo.
Por tanto, ni en la sociedad civil ni en la Iglesia creo en el desorden como fuerza para imponer la armonía. Las fuerzas al servicio del Bien deben usar el orden. Lamento que, hoy día, algunos católicos se echen al monte. Bien porque se alejen del Magisterio por progresismo, lanzándose hacia el vacío y frío exterior. Bien por tradicionalismo, arremetiendo contra el núcleo central.
Los progresistas, por amor a la libertad, se alejan hacia la oscuridad. Los tradicionalistas, por amor a la luz, arremeten contra el núcleo, porque consideran que no como debería ser. También ellos se estrellan.
De ningún modo estoy diciendo que los laicos no tengan vela en este entierro. Todo lo contrario, un laico puede hacer un bien impresionante. Pero lo que se debe hacer es trabajar por el bien en el lugar lícito con un movimiento lícito.
Publicar un comentario