Ante los peregrinos polacos, a los que recibió este miércoles 10 de octubre en el aula Pablo VI antes de la Audiencia General, el Santo Padre aseguró que “San Juan Pablo II ha enriquecido a la Iglesia universal con una gran cantidad de dones, que en gran parte heredó del tesoro de la fe y la santidad de vuestra tierra y de vuestra Iglesia”.
“Trajo en su corazón y, por así decirlo, en la carne los testimonios de los santos de Cracovia: desde San Estanislao y Santa Eduvigis reina, hasta San Alberto y Santa Faustina”.
De ellos, “aprendió la dedicación ilimitada a Dios y la gran sensibilidad para cada hombre; dedicación y sensibilidad manifestadas en su ministerio sacerdotal, episcopal y papal”.
San Juan Pablo II “recibió “de Dios el gran don de poder leer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, y lo hizo fructificar a beneficio del camino de su pueblo, de vuestro pueblo, que en los diversos eventos dolorosos nunca perdió la confianza en Dios ni la fidelidad a la propia cultura arraigada en el espíritu cristiano”.
“Fiel a estas raíces, trató de hacer que la Iglesia se erigiera como guardián de los derechos inalienables del hombre, de la familia y de los pueblos, para ser signo de paz, de justicia y de desarrollo integral para toda la familia humana”. Al mismo tiempo, “subrayaba siempre la prioridad de la gracia y la obediencia a la voluntad de Dios, antes de cualquier cálculo humano”.
“Esta rica herencia, que San Juan Pablo II nos ha dejado, es para nosotros, y especialmente para sus compatriotas, un desafío para ser fieles a Cristo y responder con alegre dedicación al llamado a la santidad, que el Señor dirige a cada uno y cada una de nosotros, en nuestra situación personal, familiar y social específica”.
Por último, el Papa agradeció a la Iglesia en Cracovia la acogida que le brindó durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2016.
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