Cada vez es más común ver a gente viviendo a través de la pantalla del celular. El mundo, con sus infinitas experiencias, parece ser reducido a una pequeña ventana.
Me toca, por mis hijos, asistir a festivales escolares donde veo a padres muy pendientes del video que graban con su teléfono, pero poco preocupados realmente por sus hijos, como si quisieran que en unos cuantos megabytes se pudieran atrapar las sensaciones.
Yo suelo tomar una o dos fotos por evento y lo demás lo vivo y lo guardo en mi memoria, la mía, no la del teléfono. Disfruto en pleno y no a través de una pantallita, que es minúscula en comparación con todo el momento.
Conozco gente que les da servicio a equipos de cómputo y me han comentado que llegan a atender equipos con varios cientos de miles de fotografías familiares, lo cual saben al hacer el respaldo de información para dar mantenimiento. ¿Alguna vez los dueños revisarán y apreciarán esas fotos y videos? Lo veo difícil por la cantidad.
Hace unos meses, el Papa Francisco pidió a los peregrinos en San Pedro que dejen de ver el mundo a través del celular, que vivan el momento y que estén más preocupados por grabar el mensaje en el corazón que la imagen o la prédica en un archivo.
¿Será que nos está costando mucho vivir de acuerdo al momento? Los mecanismos de evasión que tenemos los humanos son buenos cuando nos ayudan a salir de una crisis, pero suelen ser perjudiciales cuando nos hacen dejar todo para después.
El día de hoy no se repetirá, por mucho que lo guardes en un video.
Te puede interesar: Encerando el carro
Publicar un comentario