¿Qué tiene que suceder para que un reconocido directivo abandone el mundo del futbol –y sus lujos- para convertirse en sacerdote? La del padre David Jasso es una historia de fe y de mucho futbol.
Su camino vocacional inició como el de otros jóvenes que, al terminar la preparatoria, piden su ingreso al seminario para ser sacerdotes. No obstante, ocho años después, en 2003 tras un periodo de discernimiento, volvió a la vida laical.
“Llegué hasta tercero de Teología, me faltaba año y medio para terminar y, fruto del discernimiento con los padres superiores, yo salí del seminario. Entré con 17 años y salí de 26, con 20 pesos en la bolsa”, recuerda.
Un mes después se entrevistó con Jorge Urdiales, entonces presidente del Club de Futbol Monterrey, quien lo invitó a incorporarse a la institución como coordinador de Responsabilidad Social. Después fue Jefe de Prensa por un corto periodo hasta que fue nombrado Gerente Deportivo.
En ese momento su historia dio un vuelco que lo llevó a viajar durante años con el primer equipo, a convivir todos los días con los jugadores y el cuerpo técnico, a compartir sus logros y sus fracasos, las fiestas y reuniones familiares.
Un ‘curita’ en el Monterrey
El padre Jasso recuerda dos momentos específicos durante su carrera como directivo, en los que se replanteó seriamente volver al seminario: el primero fue la muerte de Antonio de Nigris, en 2009. Aunque jugaba en Grecia, era un jugador muy querido por la afición, y su hermano Aldo jugaba en Rayados. Por ello, a él le tocó gestionar la repatriación del cuerpo y acompañar a la familia.
“Yo estaba en el vestidor y Chuy Arellano me pidió que dijera una oración. Solamente había jugadores y cuerpo técnico, yo era el único de pantalón largo. Entré, me puse a un lado de Aldo, él se hincó, puse la mano en su hombro y empezamos a rezar. No me acuerdo qué recé, pero traté de crear un ambiente de hermandad, de equipo y de comunidad”.
El otro momento, durante el primer campeonato que vivió como Gerente Deportivo, de nueva cuenta los jugadores del Monterrey le pidieron que dirigiera una oración de agradecimiento a Dios.
“Fueron esos dos momentos, en la alegría y en el dolor, en que me pregunté ‘¿Qué ven en mí que yo no estoy viendo? ¿Qué estoy transmitiendo que yo no me doy cuenta?’”, recuerda.
Quizá por eso, el ahora técnico del Club América, Miguel Herrera, uno de sus amigos más entrañables en el mundo del futbol, siempre lo apodó El Curita.
Un alto en el camino
Pese a que la cosquillita por volver al seminario nunca desapareció en todos esos años, la intensidad del trabajo en el Monterrey no le permitió detenerse para discernir qué era lo que Dios quería de él, hasta que en 2011 dijo adiós a Rayados, fundó una empresa de mercadotecnia deportiva y comenzó a dar clases. Entonces, el llamado de Dios se hizo fuerte.
“Ahí empezó el discernimiento en serio, cuando dejo Rayados. La espinita estuvo todo el tiempo, pero había momentos en que se iba. Tuve novias, viajé, me divertí, del Cielo a la tierra, del seminario a la cancha de futbol, en un ambiente de lujos, de trato VIP en muchas partes, de estar cerca de los famosos, de estar ahí en el mejor momento del equipo”.
A partir de su salida tuvo un año para discernir y en 2012 finalmente pidió su readmisión al seminario.
El camino para llegar al sacerdocio fue largo. No sólo su readmisión tomó tiempo. Además, durante su formación lo operaron a corazón abierto y su padre falleció, ambas situaciones reafirmaron su vocación.
Sólo el inicio
Cinco años después, en enero de 2018, David Jasso se ordenó sacerdote. Ahora trabaja en una parroquia de Monterrey y colabora con el Vicario Episcopal de Pastoral, en el acompañamiento del Plan de Pastoral Diocesano, lo que le ha permitido poner en práctica lo aprendido en materia de planeación, procesos y metodología.
Si antes, a su llegada a Rayados, asumió el reto de aprovechar su experiencia como seminarista para aplicar esos valores en el club. Ahora, asegura, el camino es a la inversa. “Quizá ese es el mayor reto ¿Cómo integrar aquello que aprendí con la Iglesia y con mi ministerio?”.
El camino que David Jasso debió recorrer para convertirse en sacerdote fue muy distinto y mucho más largo que el de muchos de sus compañeros. Sin embargo, asegura, el día de su ordenación no lo vivió como el final del trayecto: “no es la meta, sino un nuevo inicio”.
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