Sí a la vida… ¡pero todas las vida!

Sergio Padilla Moreno

El 31 de marzo de 1939, hace ochenta años, en la primera plana del periódico tapatío El Informador se leía sobre la “Actitud vigilante del gobierno polaco ante el avance alemán”. Sabemos lo que vendría unos meses después: el inicio de la II Guerra Mundial en septiembre de ese año. Si le damos seguimiento a las noticias en torno a lo que significaron los albores de la terrible conflagración global, constatamos que los signos de división, odio y violencia se fueron gestando paulatinamente y, muchas veces, en las propias narices de los creyentes, tanto católicos como protestantes, en la cristiana Europa.

Hoy en día, las modernas generaciones quizá sienten que esta guerra, que duró de 1939 a 1945, es ya algo lejano, pero la realidad es que constantemente seguimos insertos en conflictos violentos que niegan, como en todas las guerras grandes y pequeñas, el don más valioso de Dios: la vida. Como ejemplo de todo esto tenemos la violencia que vive nuestro país a causa de un sistema político, económico y social injusto, impune y corrupto. Pero no podemos olvidar y dejar de horrorizarnos por el reciente ataque terrorista en Nueva Zelanda contra fieles musulmanes en dos mezquitas de la ciudad de Christchurch (¡!). O el caso, también reciente, de la balacera que dos jóvenes provocaron en una escuela de Suzano en Sao Paulo, Brasil. En ambas masacres quedan los testimonios en video y circulan sin mayor pudor en redes sociales. Desgraciadamente hemos normalizado toda esta violencia.

En medio de todo este desolador panorama es esperanzador que haya voces que quieran defender la vida. Pero parece que los esfuerzos de muchos creyentes quedan reducidos a defender nada más la vida de los seres humanos en gestación, pero una vez nacidos no nos importa igual su destino. Si vamos a defender la vida ¡que sea toda la vida! Pues las amenazas de la vida no se reducen al aborto, sino a las condiciones políticas, sociales y económicas que hemos normalizado, pero que niegan la vida, especialmente de los más pobres en todo el mundo.

En este contexto de Cuaresma, y de cara a toda esta realidad, escuchemos la Sinfonía no. 3 “De las lamentaciones”, de Henryk Górecki (1933- 2010). El primer movimiento de la sinfonía se apoya en un dramático texto polaco del siglo XV titulado Lamento ante la sagrada cruz. En el segundo movimiento se recurre a una oración de súplica a la Virgen que se encontró en una de las paredes de la prisión nazi de Zakopane. El tercero se basa en una canción folklórica polaca. Esta obra es un canto de esperanza a la vida en medio de la constante y normalizada negación que hacemos de ella con nuestras decisiones y actitudes.

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Symphony of Sorrowful Songs – 2nd Movement https://www.youtube.com/watch?v=g5fg8-VWNo0&t=81s

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