Homilía Domingo 7º t.o. (A)

(Cfr. wwww.almudi.org)

 
 
 

(1 Cor 3,16-23) "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
(Mt 5,38-48) "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto"
(Lv 19,1-2.17-18) "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo" 

Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II 
Homilía en la parroquia romana de San José Moscati (21-II-1993)
 
1. «Acercándoos a él, piedra viva... también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual» (1P2, 4-5).
La afirmación de la primera carta de Pedro indica el sentido profundo de la liturgia que estamos celebrando en esta iglesia, que ya desde hace tiempo os acoge, pero que hoy, mediante el rito solemne de su dedicación, asumirá plenamente su función.
Vivimos una hora de alegría que, estoy seguro de ello, quedará grabada profundamente en vuestra memoria. Este templo forma ya un solo cuerpo con vuestra comunidad parroquial y con vuestro territorio. Entre vuestras casas será testigo del nacimiento y de la muerte, del crecimiento de vuestros hijosy del esfuerzo de la vida diaria. Entre los muchos lugares de culto de Roma, sentiréis este templo como vuestro.
Sin embargo, mas allá de ese significado afectivo y funcional tendrá para vosotros un sentido más elevado aún, como símbolo de la Iglesia, misterio de comunión e imagen de la vida trinitaria en el tiempo. No es una casualidad que, ya desde la antigüedad, el término iglesia se haya usado para indicar tanto la comunidad como el lugar en el que ella se reúne. Las dos realidades se evocan recíprocamente: el lugar remite al misterio. Precisamente en este misterio quiere introducirnos la palabra de Dios que acabamos de proclamar.

2. «No estéis tristes: la alegría del Señor es vuestra fortaleza» (Ne 8, 10). La primera lectura, tomada del libro de Nehemías, nos ha recordado un momento significativo de la historia del pueblo de la antigua Alianza en los años posteriores al exilio, cuando se pudo reconstruir por fin el templo y, alrededor de él, aunque en medio de muchas dificultades, volvió a florecer la adhesión a la ley del Señor. Floreció el pueblo de la antigua Alianza.
Es importante subrayar este nexo entre el templo y la ley. Frente a la tentación fácil de una religiosidad reducida a mero ritualismo, la reforma de Esdras y Nehemías exigía, ante todo, un compromiso espiritual testimoniado en a propia existencia. La alianza de Dios con su pueblo tenía que celebrarse no sólo mediante los ritos del templo, sino sobre todo en el culto de la vida.
Conocemos la importancia que tenía el templo en el antiguo Israel, pero también sabemos que era frecuente la tendencia a reducirlo a lugar de prácticas religiosas, no enraizadas en el corazón y la vida. En tiempos de Jesús había sido reconstruído por tercera vez y su belleza monumental llenaba de orgullo a los israelitas. Jesús deberá defenderlo severamente de los abusos de un religiosidad superficial y mercantil: «No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2, 16).
De este modo, el Señor, con el peso de su autoridad divina, reafirmaba los esfuerzos que los profetas habían realizado tantas veces para volver a conducir al pueblo de Dios por el camino de la fidelidad auténtica a la Alianza. Todo el libro de Nehemías se mueve siguiendo esta orientación: nos presenta a un pueblo decidido finalmente a volver a la ley del Señor, de la que el nuevo templo será custodio y símbolo. Un retorno lleno de júbilo: «La alegría del Señor es vuestra fortaleza».

3. Cristo es la «piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios» (1 P 2, 4). Como hemos escuchado en la segunda lectura, Cristo será de ahora en adelante el templo de Dios entre los hombres, templo de la nueva y eterna Alianza, que trasciende las medidas terrenas que tienen su cumplimiento en el cielo, en la vida divina. En efecto, con Jesús también la teología del templo estaba destinada a cambiar. Precisamente en el templo de Jerusalén Jesús anuncia una nueva economía de gracia, señalando su misma persona como el nuevo templo, que los hombres tratarán de destruir, pero que el poder de Dios reonstruirá en tres días (cf. Jn 2 19-22). Resulta clara la alusión a la resurrección, que hará replandecer su divinidad en el templo vivo de su cuerpo.
«Pues Dios -dice Pablo en la carta a los Colosenses- tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud» (Col 1, 19). Pedro confiesa precisamente esta plenitud, mesiánica y divina, en el pasaje del evangelio que acabamos de proclamar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16).

4. ¿Por qué, pues, estamos aquí para dedicar este edificio al Señor, si ahora hay un solo templo, una sola piedra viva, un solo lugar de salvación, en la persona de Jesús?
En realidad este templo tiene sentido precisamente porque expresa esa realidad sobrenatural centrada enteramente en el Redentor.
Desde el origen de su historia, la comunidad cristiana ha tenido siempre necesidad de lugares donde reunirse. Al principio las mismas casas de los cristianos se usaban como iglesias. Luego se construyeron edificios destinados específicamente al culto. No hay que olvidar, sin embargo, el nuevo significado del templo cristiano: bajo la arquitectura hay una vida, y esta vida, en resumidas cuentas, es el misterio de Cristo simbolizado especialmente en el altar, desde el que todos los días, en la celebración eucarística se irradia la luz del misterio pascual hacia los creyentes.

5. Esto nos interpela a nosotros, piedras vivas, destinadas a ser, en unión con Cristo, según las palabras de la primera carta de Pedro, piedra angular para formar un edificio espiritual y un sacerdocio santo.
También el pasaje evangélico que acabamos de proclamar nos trae a la memoria esta dimensión eclesial del templo, pero desde otra perspectiva: el papel fundamental de Pedro en el edificio vivo que es la Iglesia: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18). Así tenemos una visión neotestamentaria: templo vivo, plenitud de la morada de Dios con todo el género humano es Cristo que con Pedro funda su Iglesia llamándola Piedra viva. Y en esta institución se edifican las piedras vivas que somos nosotros cuando nos reunimos en torno a Cristo por medio del ministerio de Pedro y de los que lo comparten.
De esta forma, cada templo cristiano, como éste que dedicamos hoy, quiere indicar el Christus totus, el Cristo jefe y sus miembros. La iglesia-edificio está al servicio de la Iglesia-comunión: es instrumento de su unidad, de su crecimiento y de su santidad.
A la luz de este significado espiritual del templo, se comprende también el sentido de la antigua costumbre por la que cada iglesia debe tener un título tomado de algún aspecto del misterio divino, o hacer referencia a la madre celestial de Dios o a un santo. No se trata solo de dar el nombre a un edificio, sino de manifestar su carácter sagrado, recordando al pueblo cristiano la vocación de todos los bautizados a la santidad.

Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets