Santa Margarita María Alacoque, Promotora del Sagrado Corazón de Jesús: Amor a Maria


La sierva de Dios amaba entrañablemente a María, como a una madre. Ya hemos anotado cómo cuando era niña cayó gravemente enferma y ella dice: No se pudo hallar ningún remedio a mis males hasta que me consagré a la Santísima Virgen, prometiéndole que, si me curaba, sería con el tiempo hija suya. No bien hube hecho este voto, cuando recibí la salud con una nueva protección de la Santísima Virgen (61).

Siendo ya religiosa, me ordenaron que pidiese a Nuestro Señor la salud. Querían conocer claramente si cuanto pasaba en mí procedía del Espíritu de Dios. Según esto, me permitirían después hacer cuanto Él me había mandado ya con respecto a la comunión de los primeros viernes, ya en cuanto a la hora de vela que pedía hacer en la noche del jueves al viernes. Habiendo presentado todo esto a Nuestro Señor por obediencia, recobré al punto la salud. La Santísima Virgen, mi buena madre, me favoreció con su presencia, me hizo grandes caricias y me dijo después de un coloquio bastante largo: “Toma ánimo, mi querida hija, te doy la salud de parte de mi divino Hijo; aún te queda por andar un largo y penoso camino sobre la cruz, traspasada por los clavos y espinas, y desgarrada por los azotes, pero nada temas. Yo no te abandonaré y te prometo mi protección”. Promesa cuyo cumplimiento me ha hecho experimentar en las grandes necesidades que de ella he tenido después (62).

María siempre ha sido para mí una buena madre, jamás me ha negado su socorro y a ella recurría en todas mis penas y necesidades con tal confianza que me parecía no tener nada que temer bajo su maternal protección. Hice también entones el voto de ayunar todos los sábados, de rezar el Oficio de su Inmaculada Concepción y de hacer siete genuflexiones todos los días de mi vida, rezando siete avemarías en honra de sus siete dolores; y me ofrecía después a ser perpetuamente su esclava, suplicándole que no me rehusase este título. Le hablaba con la sencillez de una niña, como a mi buena madre (63).

Un día mi santa libertadora (la Virgen María) me favoreció con su visita. Traía a su divino Hijo en sus brazos y, poniéndolo en los míos, me dijo: “He aquí el que viene a enseñarte lo que debes hacer”. Me sentí penetrada de vivísimo gozo y ardiente deseo de acariciarle y Él me dejó hacer cuanto quise. Y habiéndome cansado hasta no poder más, me dijo: “¿Estás contenta ya? Que esto te sirva para siempre, porque quiero que estés abandonada a mi poder como has visto que lo he hecho yo. Ya sea que te acaricie o te atormente, no has de tener otros sentimientos, sino los que yo te dé”. Desde entonces me hallo en una dichosa impotencia para resistirlo.
Otro día, Jesús unió su Corazón con el de Margarita y el de María. Dice ella: En la fiesta del Corazón de la Santísima Virgen, después de comulgar, me mostró Nuestro Señor tres corazones. El que estaba en medio era pequeñísimo y casi imperceptible. Los otros dos eran luminosos y resplandecientes, sobrepujando el uno al otro de modo incomparable y oí estas palabras: “Así es como mi puro amor une estos tres corazones para siempre”. Y los tres se fundieron en UNO (64).

61 Autobiografía, p. 31.
62 Autobiografía, p. 68.
63 Autobiografía, p. 43.
64 Escritos de la Madre Saumaise, Gauthey, vol 2, p. 146.

Tomado de:
Santa Margarita María de Alacoque y el Corazón de Jesús
Padre Ángel Peña O.A.R.
Lima - Perú

Nihil Obstat
P. Ignacio Reinares
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto

Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez

Tu hermano y amigo del Perú.
P. Ángel Peña O.A.R.
Parroquia La Caridad
Pueblo Libre - Lima - Perú
Teléfono 00 (511) 4615894
Obispo de Cajamarca (Perú)
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