Santa Margarita María Alacoque, Promotora del Sagrado Corazón de Jesús: Los ángeles


Fueron parte muy importante de su vida espiritual. Ella asegura: Vi a los ángeles custodios de las hermanas, que se me acercaron para presentar los corazones que ellos tenían, los cuales, al contacto con la llaga sagrada (del Corazón de Jesús), se tornaban hermosos y resplandecientes como estrellas. A ellos les fue dicho: “En este abismo de amor está vuestra mansión y reposo para siempre”. Y eran los corazones de los que más han trabajado por darle a conocer y hacerle amar (65).

Me parece que este divino Corazón desearía que tuviéramos una particular unión y devoción a los santos ángeles, que están especialmente destinados a amarle, honrarle y alabarle en este divino sacramento del amor a fin de que, estando unidos y asociados con ellos, puedan suplirnos a nosotros en su divina presencia tanto para rendirle nuestros homenajes como para amarle por nosotros y por todos aquellos que no le aman; y para reparar las irreverencias que cometemos en su santa presencia (66).

Un día, estando ocupadas en una labor común me retiré a un rinconcito para estar más cerca del Santísimo Sacramento. Nuestro Señor acostumbraba a hacerme allí muy señaladas gracias. Y, como desaprobasen el que fuera a aquel lugar, respondí por imprudencia que no volvería a él. Sin embargo, me sentí apremiada a hacerlo, no pude resistir. Y, apenada por ello, fui a contárselo a la Superiora, la cual me respondió que no dejase de ir. Habiendo vuelto, vi una multitud de espíritus bienaventurados, los cuales me dijeron que estaban destinados a honrar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento y que, si quería asociarme a ellos, me recibirían. Para esto era preciso comenzar a vivir su misma vida. Ellos me ayudarían cuanto pudiesen y suplirían mi impotencia en rendir a Nuestro Señor los homenajes de amor que desea de mí y que, en cambio, era preciso que en el sufrimiento supliese yo su impotencia. Así uniríamos el amor paciente y el amor gozoso. Y me hicieron leer nuestro pacto escrito en el Sagrado Corazón de Jesucristo (67).

Ella nos cuenta así en su Autobiografía: Se me presentó el amable Corazón de mi adorable Jesús, más brillante que un sol. Estaba rodeado de serafines, que cantaban con admirable concierto:

El amor triunfa, goza el amor,
Nos regocija su Corazón.

Y como estos espíritus bienaventurados me invitasen a unirme con ellos en las alabanzas del divino Corazón, yo no me atrevía a hacerlo. Me reprendieron, diciéndome que habían venido con el fin de asociarse a mí para tributarle un continúo homenaje de amor, de adoración y de alabanza; y a este fin ocuparían mi lugar delante del Santísimo Sacramento, para que pudiese yo por su medio amarle sin interrupción, y ellos a su vez participarían de mi amor, sufriendo en mi persona como yo gozaría en la suya. Escribieron al mismo tiempo esta asociación en el Sagrado Corazón con letras de oro y con los caracteres indelebles del amor.

Duró esto de dos a tres horas, pero he sentido sus efectos durante toda mi vida, ya por los socorros recibidos, ya por las dulzuras que había producido y producía en mí, dejándome toda llena de confusión. Al dirigirles mis ruegos, ya no les daba otro nombre que el de mis queridos asociados. Me inspiró esta gracia tal deseo de pureza de intención, y me hizo concebir una idea tan alta de la pureza que se debe tener para conversar con Dios, que todas las demás cosas me parecían impuras para este objeto (68).

Otro día vino Nuestro Señor a consolarme diciendo: “Hija mía, no te aflijas, pues quiero darte un custodio fiel que te acompañe a todas partes y te asista en todas tus necesidades”. Me parece que no tengo ya nada de temer, porque este fiel custodio de mi alma me asiste con tanto amor, que me libra de todas las penas. Pero no lo veía más que cuando mi Señor me ocultaba su presencia sensible, para abismarme en los dolores rigurosísimos de su santidad de justicia. Entonces era cuando me consolaba con su trato más familiar, diciéndome en una ocasión: “Quiero decirte quién soy, mi querida hermana, a fin de que conozcas el amor que te tiene tu Esposo. Soy uno de los siete espíritus que están más próximos al trono de Dios y que más participan de los ardores del Sagrado Corazón de Jesucristo”.

Otra vez me dijo: “Cuida mucho que ninguna de las gracias y singulares caricias que recibes de nuestro Dios te hagan olvidar lo que Él es y lo que eres tu; pues de otro modo yo mismo procuraría anonadarte”. En otra ocasión, en que quisieron hacerme intervenir en el arreglo de un matrimonio, lo ví en el acto postrado con el rostro en tierra, lo que fue causa de que no pudiera contestar a lo que me decían, y habiéndole preguntado el motivo de aquello me dijo que esta clase de cosas eran aborrecibles en el corazón de una esposa de Jesucristo, y Él las detestaba de tal modo que se postró en su presencia para pedirle perdón. Cuando mi Señor me honraba con su divina presencia, no veía ya a mi santo ángel. Le pregunté cuál era la causa de esto, y me dijo que, durante todo aquel tiempo, estaba postrado con profundo respeto, rindiendo homenaje a la grandeza infinita, que se abajaba hasta mi pequeñez; y, en efecto, lo veía así cuando mi divino esposo me favorecía con sus amorosas caricias. Siempre lo encuentro dispuesto a asistirme en mis necesidades, y nunca me ha rehusado cosa que le haya pedido69.
Una vez el diablo me arrojó desde lo alto de una escalera, cuando llevaba en las manos un hornillo lleno de fuego, sin que éste se derramase. Me encontré abajo sin recibir daño alguno, aunque cuantos lo presenciaron creyeron que me había roto las piernas. Sentí que me sostuvo mi fiel ángel custodio, pues tenía la dicha de gozar a menudo de su presencia y de ser frecuentemente corregida y reprendida por él. No podía tolerar la menor inmodestia o falta de respeto en presencia de mi soberano Maestro, ante el cual lo veía postrado en tierra y quería que yo hiciese lo mismo (70).

Por la noche le pedía con frecuencia a mi ángel custodio que me despertase para ir a conversar con mi Amado (al sagrario). Sentía entonces mi corazón lleno de Dios. La conversación con Jesús era para mí tan suave que a menudo pasaba en ella dos y tres horas sin más afectos que los del amor; sin que estuviese en mi poder volverme a dormir (71).

64 Escritos de la Madre Saumaise, Gauthey, vol 2, p. 146.
65 Carta a la Madre Saumaise de julio de 1688.
66 Carta al Padre Croiset del 10 de agosto de 1689.
67 Escritos de la Madre Saumaise, Gauthey, vol 2, pp. 146-147.
68 Autobiografía, p. 97.
69 Escritos de la Madre Saumaise, Gauthey, vol 2, pp. 140-141.

Tomado de:
Santa Margarita María de Alacoque y el Corazón de Jesús
Padre Ángel Peña O.A.R.
Lima - Perú

Nihil Obstat
P. Ignacio Reinares
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto

Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez

Tu hermano y amigo del Perú.
P. Ángel Peña O.A.R.
Parroquia La Caridad
Pueblo Libre - Lima - Perú
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