Una muchedumbre conmovida escuchó a una sobreviviente del genocidio de Ruanda







Rosario (Santa Fe) (AICA): Immaculée Ilibagiza, sobreviviente del genocidio de Ruanda y autora del libro Sobrevivir para contarlo, conmovió a un amplio auditorio cuando contó ayer cómo salvó su vida y propuso su testimonio de oración y perdón a quienes mataron su familia, en dos presentaciones realizadas en el teatro Broadway, de Rosario. Hoy, a las 19.30, hablará en la Usina del Arte, de Buenos Aires (Caffarena y Pedro de Mendoza), en el barrio de La Boca.



Immaculée Ilibagiza, sobreviviente del genocidio de Ruanda y autora del libro Sobrevivir para contarlo, conmovió a un amplio auditorio cuando contó ayer cómo salvó su vida y propuso su testimonio de oración y perdón a quienes mataron su familia, en dos presentaciones realizadas en el teatro Broadway, de Rosario. Hoy, a las 19.30, hablará en la Usina del Arte, de Buenos Aires (Caffarena y Pedro de Mendoza), en el barrio de La Boca.

Nacida en Ruanda en 1972, en una familia católica de cuatro hijos, estudiaba Ingeniería Electrónica y Mecánica en la Universidad Nacional de Ruanda, cuando se produjo el genocidio en el cual más de un millón de personas fueron asesinadas en tres meses. Cuando los líderes de la tribu Huto se propusieron exterminar a la raza Tutsi, sobrevivió durante 91 días con otras siete mujeres, escondida en un baño minúsculo, con inminente riesgo de perder la vida. Era creyente, pero en esas circunstancias descubrió con fuerza la presencia y protección de Dios, y aprendió a perdonar.




Su experiencia la volcó en un primer libro, Sobrevivir para contarlo, que ya lleva vendidos un millón y medio de ejemplares, y que en la Argentina ha publicado la editorial Logos, de Rosario.




En su conferencia, en un teatro casi lleno (la capacidad total supera las 2000 localidades), tuvo siempre en su mano un rosario y recomendó el rezo de esa oración. Estando encerrada, con peligro de vida, dijo que una vez llegó a rezar 27 rosarios en un día. Y manifestó que consideraba “lo afortunados que son “los habitantes de Rosario, por el nombre de su ciudad, en honor a la Virgen María”. También se refirió a que el Papa Francisco es argentino y dijo que cuando fue a su país, Ruanda, vio que allí dicen “nuestro Papa”, por lo cual también consideró que los argentinos debían estar especialmente contentos porque un connacional suyo “es ahora el Papa de toda la humanidad”.




“El genocidio fue algo terrible –dijo-, pero me enseñó mucho sobre la vida”. En una larga charla, de unas dos horas, mantuvo en vilo al auditorio, anoche, al contar cómo en su encierro le pedía al Señor que le enseñara a perdonar y cómo le costaba rezar “así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, hasta que encontró la paz abandonándose en Dios.




Más temprano en el mismo teatro, cedido gratuitamente por su concesionario, Luis Herrera, había habido una charla para estudiantes secundarios, a la que concurrieron alumnos de escuelas de Rosario, Junín (provincia de Buenos Aires), Carlos Pellegrini, Piamonte (provincia de Santa Fe) y otras ciudades.




La conferencia de la noche se realizó a beneficio de la Asociación Rosarina de Ayuda Solidaria (ARAS), que mantiene un emprendimiento de apoyo escolar, formación humana y deportiva, en el barrio careciente Cabín 9, de esta ciudad. Presentó a la oradora India Tuero, reconocida conductora de programas culturales de televisión en Rosario.




Entre la amplia muchedumbre que siguió con atención la conferencia se hallaba el obispo emérito de Santa Rosa, La Pampa, Rinaldo Fidel Bredice, residente en esta ciudad, donde ejerció el sacerdocio antes de ser ordenado obispo.




La visita de Ilibagiza fue declarada de interés provincial por la Cámara de Diputados de la provincia y ella fue declarada visitante ilustre por el Concejo Municipal. Al concluir el acto, le llevaron flores y la saludaron en el escenario varias autoridades, entre ellas, el diputado provincial Julián Galdeano y los concejales rosarinos Roy López Molina, Carlos Coscia y Martín Rosúa.




El público quedó conmovido por el estremecedor testimonio. Ilibagiza fue rodeada por quienes querían saludarla, le pedían que firmara un libro o la aplaudían mientras ingresaba en el auto al salir del teatro.




Una asistente, María Inés Schlieper de Corsi, quedó impresionada por su testimonio de vida, de trato con Dios, y comentó que ella y sus dos hijas lloraban mientras la escuchaban. (Jorge Rouillon)







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