Dudas y especulaciones sobre la salud del Papa


Un pontífice tiene un “camino definitivo”, su final está “en la tumba”. Un comentario así, lanzado al aire, pero para nada casual. Lo pronunció Francisco la tarde del sábado, ante un grupo de jóvenes de la diócesis de Roma que se encuentran en un proceso de discernimiento vocacional. Estaba en los Jardines Vaticanos, ante la gruta de la Virgen de Lourdes. Sus palabras resonaron fuerte, mientras crecen las especulaciones sobre el estado de salud de Jorge Mario Bergoglio.


felipe-letizia-papa ¿Cómo está el Papa? Es la pregunta recurrente de las últimas horas, no sólo en el ambiente del Vaticano. Un cuestionamiento legítimo que surge de los acontecimientos. Una seguidilla de cancelaciones imprevistas a actividades programadas y el hermetismo del Vaticano han acrecentado la incertidumbre.


La más reciente de las suspensiones tuvo lugar la tarde del viernes. Ese día, poco antes de las 15:00 horas, por el gran portón de la Puerta de Santa Ana (ingreso vaticano) salió el papamóvil vacío. Se dirigía al Hospital Agostino Gemelli, al norte de la capital italiana. Por ese mismo lugar debió haber salido el automóvil del Papa, unos 30 minutos después. Todo estaba listo en el Policlínico. Enfermos y médicos ya se habían preparado para el abrazo del pastor. Afuera, en la Plazoleta del Instituto Biológico, miles de personas esperaban para la misa papal.


A las 15:30 se anunció un retardo, poco después el asistente eclesiástico general del nosocomio, Claudio Giuliodori, confirmó lo impensado: el Papa no llegaría. La perplejidad se extendió entre los asistentes, pero también la preocupación. A un costado, junto a la multitud, el jeep blanco era mudo testigo de la increíble ausencia. “¿No será que está enfermo?” o, peor, “¿No será que le están haciendo algo?”. Las dudas se extendían entre la desilusionada muchedumbre.



Mientras el cardenal arzobispo de Milán, Angelo Scola, celebraba la misa en lugar de Francisco (y pronunciaba su homilía ya preparada); la sala de prensa del Vaticano comunicaba a los periodistas una versión inicial: El Papa había sido obligado a cancelar su visita por una “imprevista indisposición”. Más tarde, en una segunda nota, el portavoz papal Federico Lombardi confirmaría las actividades pontificias del fin de semana, aclarando que “no existe motivo de preocupación por la salud del Papa”.


Con o sin motivo, la preocupación existió y existe, alimentada por la falta de claridad respecto de las ya demasiadas suspensiones. La del viernes fue la segunda ocasión en que Jorge Mario Bergoglio canceló actividades en el lapso de dos semanas y la cuarta en este año. El Vaticano siempre ha explicado la situación hablando de “indisposiciones”.


Los días 9 y 10 de junio pasados, el Papa saltó varias audiencias. Dos días consecutivos. Eso encendió las alarmas. Aunque públicamente se dijo que había reposado, en realidad se supo después que sí tuvo algunos encuentros. La tarde del lunes 9 concedió una entrevista televisiva al periodista portugués Henrique Cymerman, en un salón de la Casa de Santa Marta. El ejercicio duró una hora y en el mismo se vio al obispo de Roma bastante tranquilo, no obstante en esos días estuviese medicado.


¿Cómo se sabe esto? Al finalizar el encuentro y antes de despedirse, Francisco mismo lo confirmó. Mirando a Cymerman dijo: “Se me reseca la boca muchísimo, todo es por la pastilla…”. El periodista le respondió: “Tiene que descansar… ahora un poco”. No obstante esas palabras, el Vaticano negó que él tomase medicación. Al menos así se lo aclaró a este bloguero uno de sus colaboradores más cercanos, el sacerdote argentino Guillermo Karcher. “No se medica, lo digo oficialmente”, insistió el miembro de la Oficina de Ceremonias Litúrgicas del Sumo Pontífice. Quizás esas pastillas, a las cuales se refería el Papa, eran temporales (y ya dejó de asumirlas). No lo sabemos.


Sea como sea un día después, el 10 de junio, Bergoglio sostuvo un encuentro de dos horas con más de 60 seminaristas de la congregación Franciscanos de la Inmaculada. ¿Qué había pasado entonces el lunes previo, que lo había obligado a suspender actividades? Lo explicó el mismo Papa el 17 de junio, al recibir en audiencia a los integrantes del Consejo Superior de la Magistratura de Italia.


“Les pido perdón por la otra vez, de verdad. A mitad de la mañana tuve un desvanecimiento, fiebre y tuve que cortar las actividades, me disculpo por eso”, dijo ante los magistrados, a quienes había dejado plantados siete días antes. Por su parte la sala de prensa de la Santa Sede se ha resistido a entrar en detalles. Algunas fuentes hablan de un “golpe de calor”, otras de “pico de estrés”. Se trata siempre de versiones extraoficiales, porque de manera oficial “la vida privada del Papa no se comenta”.


Las especulaciones sobre el real estado de saludo del pontífice han crecido especialmente por otras cancelaciones imprevistas de eventos programados. El 16 de mayo suspendió todas sus actividades en agenda y un par de día después canceló un acto en el santuario mariano de la Virgen del Divino Amor, ubicado a las afueras de Roma.


El 28 de febrero de este año comunicó, también a último momento, que no podría asistir al Seminario Romano a un encuentro con estudiantes, a causa de “unas líneas de fiebre”. En diciembre de 2013, el día 4, no pudo recibir en audiencia al cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán, a causa de un cansancio repentino. Mientras el 15 de noviembre anterior cortó varias reuniones por un resfrío.


Lo cierto es que el Papa trabaja mucho y descansa poco. Diariamente se levanta a las 04:30 de la madrugada y se acuesta en torno a las 22:00. Su ritmo es extenuante, con actividades continuas. Aunque los martes deberían ser sus días de descanso, él los utiliza también para laborar. Por eso, en ocasiones, se lo ve cansado. Como el jueves de Corpus Christi, el 19 de junio último, cuando optó por no unirse a la procesión por las calles de Roma y así evitó caminar unos dos kilómetros, un recorrido que sí había transitado en 2013.


En el próximo mes de julio podrá reposar y bajar el ritmo, ya que serán suspendidas sus audiencias generales de los miércoles en la Plaza de San Pedro, las citas en las cuales suele tener un mayor desgaste. Estas catequesis las retomará en el mes de agosto. Además sus misas privadas matutinas con fieles en la capilla de la Casa Santa Marta serán suspendidas durante todo el periodo estivo, es decir desde inicios de julio a finales de agosto.


A juzgar por los hechos, las especulaciones parecen justificadas. La preocupación no tanto. Porque después de su imprevista cancelación del viernes, al Papa se lo vio normal. Ni cansado por demás, ni ojeroso o particularmente desmejorado. Como si nada hubiese pasado. El sábado por la mañana sostuvo cuatro audiencias y pronunció un discurso. El domingo presidió la misa por los santos patronos Pedro y Pablo en la Basílica de San Pedro. Dos horas pesadas. Luego pronunció el Angelus. Y este lunes retomó a pleno ritmo: No sólo sostuvo una audiencia privada con los nuevos reyes de España, Felipe VI y Letizia; a lo largo de la mañana también se reunió con otras siete personas, entre clérigos y embajadores.


¿Cómo está el Papa, entonces? Se le ve bien y retomó el ritmo, ese mismo que lo ha hecho cansar tanto en sus primeros 15 meses de pontificado. Claro, las especulaciones no se podrán alejar definitivamente mientras siga la seguidilla de actividades canceladas o mientras él mismo continúe pronunciando frases como esta: “Creo que uno que tiene más seguro su camino definitivo es el Papa. Porque el Papa… ¿Dónde terminará el Papa? Ahí, en esa tumba, ¿no?”.



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