A los Sacerdotes que han fallecido... Altar de muertos en el Curso Introductorio. pic.twitter.com/TIoDsQO05P
— Seminario Monterrey (@Seminario_Mty) 31 de octubre de 2016En el texto publicado por el SIAME este 1 de noviembre, el sacerdote comenta que le “han preguntado varias veces si es católico poner en estas fechas un altar para los muertos. Si se coloca como lo hacían los antiguos mexicas, la respuesta es no”.
“En nuestros días, aquí en nuestro México (…) en muchas comunidades se celebra de modo muy sentido ‘la fiesta de los muertos’”, pero “de modo sincretista. Como si se deseara, no al modo de la fe, sino al de los antiguos mexicas, entrar ese día ‘en contacto’ con los muertos, (…) a través de ‘una ofrenda’, eclipsando así completamente la Solemnidad de Todos los Santos y dando más relieve a la memoria de todos los difuntos”.
Por ello, precisa el sacerdote, un altar de muertos será lícito si tiene un sentido cristiano y si permite recordar que “puedo hacer por mis difuntos una gran obra de misericordia: orar a Dios Trino por su salvación; hacer una buena confesión y participar en la Santa Misa para ganar por ellos la indulgencia plenaria”.
Así, subraya, “un altar de muertos daría mucho fruto y estaría muy lejos de la distorsión que de esta conmemoración ha hecho el Halloween que se ha desvirtuado hasta llegar a ser una invocación a los demonios”.
Los mexicas y la muerte
El P. Alcántara explica que el culto a la muerte en México se remonta por lo menos a 1800 años A.C., y que llegó a tener un gran auge con los mexicas, que eran considerados el “pueblo de la muerte”.
En el calendario de este pueblo había 2 meses dedicados a los muertos. “El mes noveno –o fiesta de los muertecitos– y el mes décimo –o gran fiesta de los difuntos–, fecha en que se sacrificaba seres humanos”.
La celebración, refiere el sacerdote, “empezaba meses antes con los preparativos, y el día de la fiesta se invocaba a los espíritus de los ancestros para compartir con ellos los buenos frutos de la tierra. El culto continuaba con la colocación de la ofrenda en el altar familiar que pretendía estrechar los vínculos existentes entre los vivos y los muertos”.
Con los españoles, los cráneos que adornaban el Tzompantli en México-Tenochtitlan o en Tlatelolco desaparecieron, “para reaparecer más tarde a pie de los altares y cruces atriales, con un significado completamente diverso: la muerte había sido vencida por la Cruz de Cristo”.
El P. Alcántara señala que la representación cultural de la muerte como un esqueleto que sostiene una guadaña apareció en la época colonial, algo que “nada tenía que ver con el culto demoniaco que ahora se le tributa a esta misma imagen, mal llamada ‘santa muerte’”.
Altar de muertos con sentido cristiano
También en el SIAME, otro sacerdote, el P. Sergio Román, explicó el sentido de algunos de los elementos del altar de muertos desde una perspectiva cristiana:
Flor de cempoalxóchitl: “representa al sol, símbolo de Dios que hace florecer la vida de las almas. Proclama la vida eterna como don de Dios”.
Cruz de cempoalxóchitl: “la cruz florida sobre el altar significa que todos los caminos, los cuatro puntos cardinales, los brazos de la cruz, llevan a Dios, el centro donde se cruzan los brazos. Nos habla también de la redención de Cristo, vencedor de la muerte”.
Velas: “significan la iluminación del camino para que las almas lleguen a disfrutar de la luz divina. En un cirio encendido la Iglesia simboliza la resurrección de Cristo en la Pascua”.
Vaso con agua: “es signo del agua viva para nunca tener sed. La gracia, participación de la vida divina, también se simboliza con el agua, de la cual tenemos sed”.
Copal: “une la tierra con el cielo. Con el incienso, la Iglesia simboliza la oración, la alabanza grata a Dios que llega a su presencia”.
Comida: “se pone porque creemos que nuestros muertos viven. Los invitamos a comer porque los amamos. Es un signo de comunión, lo cual no significa que nuestros difuntos bajen a comer”.
Pan de muerto: “nos recuerda el pan de maíz y amaranto, semilla de la alegría, hecho en forma de huesos, que comían nuestros antepasados para significar que los que morían daban vida a los que quedaban. Hoy comemos el Pan de Vida, la Eucaristía, presencia real de Cristo, que murió para que tuviéramos vida”.
Plato con sal: “referencia al Bautismo en el que se daba a los niños un poco de sal para saborear a Cristo”.
Imágenes: “los retratos de los seres queridos a quienes se dedica la ofrenda y las imágenes religiosas manifiestan, una vez más, la comunión de los santos”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 1 de noviembre de 2016
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