"Mentir sin vergüenza es uno de sus talentos. Fidel le llegó a prestar dinero al propio Estado cubano al 10% de interés. ¡Y había que pagárselo!"-¿En qué momento vio con claridad? -Lo bajé del altar en 1988, cuando oí una conversación que no debía oír entre él y su ministro del Interior, el general José Abrantes. Fidel estaba dirigiendo el tráfico de cocaína como un verdadero padrino. Fue un shock tremendo. Me sentí utilizado. Había querido dar la vida por un hombre que era un narcotraficante. -Eso son palabras mayores. -Fidel estaba convencido de que el narcotráfico era un arma de lucha revolucionaria. ¿Su lógica? Si los yanquis eran tan estúpidos como para consumir droga colombiana, servía a sus objetivos -desestabilizar la sociedad estadounidense- y era una forma de financiar la subversión. Pero, para quedar él limpio, acabó encarcelando a Abrantes y mandó fusilar al general Arnaldo Ochoa. -¿Tiene pruebas de lo que dice? -En varias ocasiones vi al ministro Abrantes entregarle maletines repletos de dólares. «Es dinero del Ministerio del Interior para la Revolución», decía. Fidel lo tomaba, y se lo daba a su edecán Pepín Naranjo o a su secretario, Chomy, para que lo depositara en cuentas en el extranjero. -El Comandante juraba haber vivido con 900 pesos [25 euros] al mes. -Mentir sin vergüenza es uno de sus talentos. Fidel le llegó a prestar dinero al propio Estado cubano al 10% de interés. ¡Y había que pagárselo! -Forbes ha estimado su fortuna en 710 millones de euros. -Lo hizo tomando un porcentaje del PIB de Cuba y asignándoselo a Fidel. Pero no es la realidad. Durante 10 años yo hice mis cálculos. En los años 80, Fidel creó una serie de empresas que no se regían por la economía nacional. Vi cómo los directores le entregaban el dinero en metálico y él lo depositaba en las cuentas del exterior. Sin error, su fortuna ronda los 3.000 millones de dólares [2.300 millones de euros]. -Le ha importado un pimiento el ahogo de los cubanos, asegura usted. -Siempre supo de las carencias. También a finales de los 80 creó un departamento en Interior para procesar los estados de opinión de la población recogidos en las colas y en las paradas de bus. Así, cuando hablaba, daba la impresión de que estuviera embebido de los problemas. Así, cuando la gente se quejaba de que faltaba una ambulancia en tal policlínica, Fidel la sacaba de su reserva, la concedía y, automáticamente, se giraba a su ayudante y le decía: «Hay que reponerla en la reserva». Esa reserva no era solo de dinero, sino de vehículos, maquinaria, alimentos… Recursos del Estado que eran de su propiedad y que repartía a quien le daba la gana.
"Ha sido el monarca absoluto de la isla. El director general del holding Cuba. Ha utilizado a muchos que dieron la vida por él y luego los ha tirado como a un pañuelo de papel"-A ver. ¿En qué ha creído Fidel? -En Fidel, única y exclusivamente. Solo que la cosa evolucionó. -¿Qué quiere decir? -Cuando bajó de la Sierra Maestra, tuvo una única residencia, la de Cojímar. En 1969 añadió El Once, un apartamento en el que vivió con su amante Celia Sánchez [una de las primeras mujeres en empuñar las armas durante la Revolución]. Era un cuarto piso al que hizo subir en helicóptero cuatro vacas para cruzarlas. -¿Vacas? ¿Cuarto piso? -Se chifló por la ingeniería genética y le dio por obtener vacas revolucionarias. En aquella azotea cruzó las de raza Holstein con cebús cubanos. Llegó a obtener un ejemplar que daba 109 litros al día. Más tarde se añadieron más propiedades. -¿Cuántas? -Llegó a tener alrededor de 20. Estaba la Unidad 160, donde tenía su docena de Mercedes, la sala de cine privado, el almacén de alimentos, la casa de citas extraconyugales... Y tras la invasión de bahía de Cochinos, se enamoró de la Ciénaga de Zapata e hizo construir allí una marina, la Caleta del Rosario, donde amarra sus barcos: el yate Aquarama II, tres barcos de paseo, dos de pesca y otros más de correo. -Una flota magnífica. -Navegando, un día vio Cayo Piedra, una isla paradisiaca en la que solo vivía un farero. Lo sacó, impuso una exclusión marítima de tres millas y se hizo una mansión con piscina olímpica, un delfinario, un criadero de tortugas y una casa de invitados. Luego está su residencia oficial -Punto Cero-, el pabellón de caza de patos La Deseada, las casas en Santiago de Cuba, en Camagüey… -No es muy comunista, ciertamente. -Ha sido el monarca absoluto de la isla. El director general del holding Cuba. Ha utilizado a muchos que dieron la vida por él y luego los ha tirado como a un pañuelo de papel. -Usted, entre ellos. -Fui su sombra, anoté absolutamente todo lo que hacía en libretas grises y hasta le llegué a acompañar en sus inmersiones en Cayo Piedra. Le defendía de tiburones y barracudas, mientras él extendía el brazo, los buzos le daban el arma y disparaba a los pargos y los atunes. Poco deportivo. -Le define como un niño mimado. -Así es. Y sus enfados eran rabietas. Golpeaba el suelo con la planta del pie mientras agitaba ambos índices apuntando al suelo. -¿Tuvo que probar sus alimentos? -Había una sección de especialistas que lo analizaban todo. Incluso desmenuzaban tartas de regalo y las reproducían idénticas para que pudiera elogiarlas. Sin embargo, a mí me tocó ese trabajo en algún viaje. Cuando estuvimos en Galicia, en el pueblo de su padre, Láncara, los vecinos quisieron agasajarlo con frituritas y empanadas. Con mucha diplomacia, yo las probaba y decía: «Está un poco salado para el gusto de Fidel. Ya verá, pruébelo». Si no lo hacían, las frituritas no pasaban. -¿600 veces intentaron matarle? -Diría que unas 100. -Confiaba en pocos. ¿García Márquez fue uno de ellos o lo utilizó? -Se utilizaron mutuamente. Gabo le sirvió de emisario. Cuando a Fidel le llegó la noticia de que el Gobierno de EEUU estaba tras la pista de altos funcionarios cubanos vinculados al narcotráfico, la fuente fue García Márquez. A cambio él tuvo una mansión en Cuba con todos los lujos. -¿Qué me dice de sus mujeres, siempre fuera de plano? -Nunca vi una relación familiar con su esposa Dalia [Soto del Valle] y sus cinco hijos. Nada de besos ni caricias. Con las amantes era otra cosa. Con Celia Sánchez y con su traductora Juanita Vera vivía el romance, el traguito, el baño en la piscina... -Oiga, con la de cosas que cuenta, ¿no hay riesgo de que le peguen un tiro? -No olvide que soy un experto en seguridad. Mire dónde me he sentado. -Con la espalda pegada a la pared. -Así es. Y en Miami, donde voy armado, entreno a guardias de seguridad para vips y, a cambio, me protegen en los lugares públicos.
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