Cambios en Navidad y Año Nuevo

Rescoldo de Nochebuena y Año Nuevo

Las dos caras de la Navidad: disyuntiva entre la globalización y la tradición

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Dr. Fabián Acosta Rico
Universidad del Valle de Atemajac

¿Es la Navidad una tradición o un simple festejo? Esta pregunta incomodaría a muchos. Le sería indiferente a otros tantos. Qué más da. Creo que la pregunta correcta sería: ¿En qué se ha transformado la Navidad? O incluso, ¿de cuántas formas se asume?, dado que hace décadas dejó de ser un festejo exclusivo de la Cristiandad (inclúyase en la denominación a católicos, ortodoxos, protestantes…) para convertirse, junto con el Año Nuevo, en una celebración mundial. China, India, Arabia, las naciones del mundo decoran sus ciudades con árboles, luces, esferas, monos de nieve, trineos en el mes de diciembre y principios de enero.
No en vano se dice que la Navidad es la celebración más global que existe. Muchos la odian. Y sus razones parecen plausibles, porque ven en ella un festejo al que la mercadotecnia le drenó todas sus connotaciones espirituales, dejando un ridículo cascarón que luego se rellenó con las aspiraciones de la sociedad de consumo: abundancia de bienes, de comida, de distractores, de juegos… Ésta es la estampa decadente del decembrino festejo, a la que pintan sus detractores como fecha para las licencias o el relajamiento de las conciencias pequeño-burguesas que, con remordimientos aplazados, se entregan a la glotonería, a la desmesura en el beber, a las trasnochadas, a la acumulación, a la vanidad, a la hipocresía y la cursilería. 

Dressed as Joseph and Mary, Niko Martinez, 7, and Victoria Olivares, 11, lead a group from Iglesia del Pueblo Church in a Las Posadas procession outside a home in Grandview, Wash. Sunday, Dec. 18, 2011. Although generally considered a Catholic tradition, Antonio Sanchez, pastor of the evangelical, Prostant church, decided to stage the procession, carols and reenactment of the Biblical story of Mary and Joseph's search for a place to stay in Bethlehem. Sanchez hopes the event will help build bridges between communities and bring people together for the holiday.

Diferentes visiones
Los enemigos de la Navidad están a la izquierda y a la derecha: los de la izquierda (almas revolucionarias) la tildan de invento del capitalismo para estimular la circulación de mercancías; de estrategia cultural para apuntalar el consumismo y con él las desigualdades sociales. Los de la derecha (espíritus ultramontanos) la descalifican, sollozando su nostalgia por aquellas épocas en que la palabra Navidad significa Misas de Aguinaldo, Rosarios, Coronas de Adviento, nacimientos…. Hoy, es muy de época que los ejecutivos de una firma exitosa tengan su “posada” en un club nocturno para caballeros. Que, embriagados, los trajeados, felices porque les acaban de depositar el aguinaldo, le vociferen un villancico a una bailarina exótica de gorrito navideño. “¿Dónde quedó, pues, la tradición y la decencia?”, exclaman estos nostálgicos del pasado.
No están totalmente equivocados los que califican a la moderna Navidad de festejo manipulado que abre las puertas al hedonismo, al consumo y a la desmesura. Vaya la paradoja: el rememorar la llegada del Mesías, del Redentor de la Humanidad, se toma como una oportunidad para el despilfarro y los excesos.

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Genuino significado
Pero la Navidad tiene otra cara que no está perdida en el fondo del costal de ese obeso repartidor de regalos, cuya imagen creó y le pertenece a una famosa Compañía de refrescos. Vayamos por partes y remontémonos al origen:
El término Navidad proviene de natividad, que significa nacimiento. Su razón de ser, por siempre, ha sido rememorar el Nacimiento de Jesús, a quien buena parte de la Humanidad considera el Mesías, el Redentor del Mundo. Más allá de los árboles monumentales sembrados de regalos, de los anuncios luminosos y los tumultos en las tiendas departamentales, la tradición se mantiene; no faltan los vecinos que organizan sus nueve Posadas en las que desfilan los peregrinos entre rezos y cantos. Aún hay regocijo en más de una madre porque al más pequeño de sus hijos lo eligen para acostar al Niñito Jesús. Es más, pasando por alto la supuesta laicidad del Estado Mexicano, gobiernos municipales y estatales organizan concursos de nacimientos, pretextando que con ello se fomenta el turismo y se apoya a los artesanos locales.
En muchos rincones de Latinoamérica, y del mundo cristiano en general, se vive la Navidad al calor de la tradición: los parroquianos cantan las estrofas de la Posada, beben ponche, comen buñuelos, quiebran piñatas… Son millones para quienes la Navidad no ha dejado de significar la Encarnación de Dios, la venida del Mesías. La Navidad sigue teniendo para ellos un revestimiento religioso de corte cristiano.
Pero, según lo antes dicho, el 24 de Diciembre lo festejan no sólo los cristianos; la fecha es celebrada, o por lo menos tomada en cuenta, en casi todas las naciones. En esa noche en particular, los pueblos en guerra silencian sus armas; el ambiente festivo propicia los más humanistas deseos de fraternidad, paz y tolerancia.

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De todos modos…
La Navidad es una de las grandes fiestas de la Humanidad. Ése es su sentido secular, universal y humanista. La fantasiosa o infantil creencia en un gordo altruista que parte del Polo Norte a recorrer en un trineo los hogares repartiendo regalos a los niños de todas las razas, credos y culturas: ¿no hay en esta figura la idea de una comunidad mundial sin fronteras, alegre, con abundancia de todo, incluso de lo suntuario?
El propio árbol navideño es, sin duda, uno de los símbolos más universales: en casi todas las culturas hay un árbol sagrado: bajo el árbol Bodhi, Buda venció a Mara y alcanzó el Nirvana; del árbol Yggdrasil se colgó Odín para alcanzar la ciencia de las divinas runas. Del quizás más viejo de todos los árboles míticos, el sumerio Huluppu, se cuenta que la diosa del cielo, Innana, lo recogió después de que un remolino lo derribó, y lo replantó en su jardín. El Árbol de la Vida es un símbolo milenario y universal, emblemático de la Navidad, igual que la estrella que lo corona. Las fiestas navideñas, destiladas de todo símbolo y connotación cristiana son, en el fondo, una celebración a la Humanidad, que se sueña en un mundo de esperanza, reconciliación, amor e inocencia. Dar para recibir, es la regla en la convivencia; y el abrazo, el saludo generalizado, extendido al Año Nuevo. Todo es algarabía y, a la vez, paz. En términos planetarios eso es la Navidad: la celebración de la Humanidad.
¿Entonces, hablamos de dos navidades disímbolas y antagónicas? En una se celebra al Mesías del Cristianismo y, por tanto, surgió en el seno del mundo occidental; la otra, la secular y mundial, es hija o producto de la modernidad, de la sociedad tecnológica y de consumo. Empero, soy de la idea de que es una sola, pues en sus dos fases persiste el mismo mensaje de esperanza y hermandad. La Navidad, como tradición cristiana, conmemora la encarnación de lo divino en la figura de Jesús, el Mesías: verdadero Dios, pero también verdadero hombre, cuya enseñanza más elevada fue: ámense los unos a los otros. Ésta es la esencia que retoma la Navidad en su dimensión más mundial: el amor entre los hombres y la esperanza de una renovación espiritual.
No creo que el carácter global, adquirido por el decembrino festejo, lo secularice por completo. La tradición navideña, en su interpretación más cristiana, habrá de mantenerse a pesar de los trineos, los bastones de dulce y los monos de nieve. De igual forma, veo infructuosas las cruzadas a favor de regresarle a las celebraciones de diciembre su carácter estrictamente tradicional. Y es que sendas formas de entender la Navidad, antigua y nueva, se complementan de tal forma que, muy probablemente, ambas persistirán en el imaginario colectivo y en la nocturna espera de un niño ansioso por encontrar, debajo del árbol o junto al nacimiento, el añorado regalo de Navidad.      
Así pues: ¡Feliz Navidad, Feliz Año!

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