De profetas y obispos: tratando de pesar misterios de Dios con la balanza de la razón


De los textos bíblicos aducidos por Luis Ángel, se deducía la respuesta. Efectivamente, es más grandioso el ministerio de un obispo que el de un profeta. El obispo actúa directamente en las almas. El profeta sólo era (o es) un mensajero. El obispo actúa con autoridad en la Casa de Dios, actúa como un administrador del Nuevo Pueblo. El profeta, de nuevo, sólo es un mensajero.
Siguiendo la doctrina de II Corintios 3, uno es un ministerio de la letra (el del Antiguo Testamento) y el otro lo es del Espíritu (el del Nuevo Testamento), el nuevo ministerio actúa directamente en los espíritus. El primer ministerio fue glorioso, pero mucho más el segundo, dirá san Pablo.
El ministerio de Moisés fue mucho más espectacular que el de cualquier obispo o Papa. Pero aunque el ministerio de los ordenados in sacrises menos espectacular, pero más profundo.
La comparación entre profeta y obispo veo con claridad ofrece un ministerio más grandioso en el caso del obispo. Pero hay que reconocer que Moisés, además de ser profeta, fue administrador en el pueblo de Dios, administrador y guía. Cierto que le faltaron los sacramentos, pero las obras grandiosas que se realizaron por su mano fueron tan inmensas que obraron tanto bien en las almas como podrían obrarlo los sacramentos. Así que me atrevería a sospechar que el ministerio de Moisés fue más grande que el de los obispos.

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