La felicidad de elegir bien

Queridos hermanas y hermanos:

Vivimos en una Sociedad que nos propone muchas cosas; unas son necesarias; otras, no tanto, y unas más, de plano, son inútiles. Y, ante tanta propuesta, tenemos que elegir.
Podemos equivocarnos a la hora de la elección, y quizá no tenga tanta trascendencia. Pueden las cosas no gustarnos, y nada pasa. Pero hay otras decisiones que sí son trascendentes.
Dios pone delante de nosotros el Bien y el Mal, y nos reta a elegir. En esta elección está en juego nuestra vida, nuestra felicidad en esta Tierra y, en último término, nuestra salvación.
Si elegimos el Bien, elegimos la vida, aquí y ahora, y la plenitud de la vida después de nuestra muerte. Por lo tanto, la decisión de elegir el Bien o el Mal es definitiva para nuestra felicidad o infelicidad. Dios nos ha hecho libres para elegir. De esta manera, no podemos responsabilizarlo del Mal que existe, porque, a veces, si nos pasa algo malo, u ocurre en el mundo, tendemos inmediatamente a culparlo, y le cuestionamos en dónde está: “¿No que es bueno y misericordioso? No nos fijamos que el Mal es fruto de nuestras erróneas elecciones. Dios no quiere que elijamos el Mal, pero nos hizo libres para escogerlo o para rechazarlo.
En esta perspectiva podemos leer los Mandamientos, en los que se traza el camino del Bien y el rechazo del Mal. Pero en esos Mandamientos no está dicho todo. La plenitud del Bien, de la vida, está en Jesucristo. No negamos los Mandamientos, pero son una parte. Y el todo, la plenitud, está en Él.
Un Mandamiento básico es no matar, pero el Señor lo lleva más allá. Pide que no ofendamos ni causemos heridas al prójimo, al que le hacemos mal cuando lo despreciamos. Matamos la aceptación y la buena relación que debe haber entre los hijos de Dios. Nos podemos conformarnos con no matar, porque creemos que sólo quitándole la vida le hacemos daño al prójimo. Sin embargo, existen muchas formas sutiles con las que eliminamos al otro y le expresamos que no nos interesa que exista.
Otro tema que aborda Jesús es el del adulterio. Sigue siendo válido no tocar a la mujer del otro, y es un delito grave; pero el Señor dice que el que mira a otra mujer con una intención deshonesta, ya cometió adulterio, lo que quiere decir que la decisión de elegir no está sólo en la formalidad externa de unirse a ella, sino desde la decisión interna, en la opción interior.
También dice Jesús que no juremos, que no se vale poner a Dios como pretexto para justificar nuestras malas intenciones, acciones o errores. Ponemos a Dios por testigo de algo que sabemos que, en el fondo, no es la verdad.
Resalta, pues, la libertad que Dios nos deja para elegir. Si preferimos el Bien, estamos optando por la vida; si nos inclinamos por el Mal, estamos eligiendo la muerte eterna.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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