La Palabra de Dios es el corazón de la vida de la Iglesia

Ron-DiCianni-In-the-Wilderness-FullNuestra Madre Iglesia dispone en la Mesa de la Eucaristía el texto mateano que relata las tentaciones, pues Jesús, habiendo decidido dar cabal cumplimiento al Plan de Dios -como el propio Evangelista expone en la escena inaugural del Bautismo-, deberá ahora enfrentar las pruebas surgidas de su elección, que superará, a la luz de la Palabra de Dios (Mt 4, 1-11).

Jesús comparte nuestra
condición humana, incluso su conflictividad interna

Es sorprendente la forma como inicia el relato: “Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el Demonio” (v. 1). El objetivo del Espíritu es que Jesús sea tentado. No lo exime del conflicto, sino que lo introduce en él. Se trata de una confrontación entre el Espíritu de Dios en Jesús, y Satanás, para demostrar la fuerza del Mesías. Enfrentar las pruebas implica preparación; de ahí que Jesús pasara cuarenta días y cuarenta noches sin comer (véase v. 2).
Jesús compartió y comparte por siempre nuestra condición humana, hasta su distintiva conflictividad interna.

Jesús nos enseña a dirigir toda nuestra atención a Dios
El tentador se dirige a Jesús, dando por supuesto que es el Hijo de Dios, y procura desviarlo de su Misión ordenándole lo que debe hacer: “Manda que estas piedras se conviertan en panes” (v. 3). Semejante tentación pretende inducir a Jesús a obrar en beneficio propio, dejando a un lado el Proyecto de Dios.
Jesús responde fundándose en la Palabra de Dios: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (v. 4, compárese Dt 8, 3). El Diablo lo conmina a acomodarse a las doctrinas en boga, que entronizaban a un Mesías triunfalista; y haciendo mal uso de la Escritura, le propone forzar la acción de Dios (véanse vv. 5-6). Jesús, entonces, contesta: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios” (v. 7, compárese Dt 6, 16).
El adversario, por último, conduce a Jesús a la cima del monte, para ofrecerle el imperio universal con la condición de que lo adore (véanse vv. 8-9). Jesús zanja la cuestión con una orden: “Retírate, Satanás, porque está escrito: ‘Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él sólo servirás’” (v. 10, compárese Dt 6, 13).

Jesús termina triunfante,
con la fuerza de la Palabra de Dios!

El Cardenal Francis Arinze, en un libro precioso que abraza unos Ejercicios Espirituales que predicó con el Santo Padre Benedicto XVI, nos invita a meditar que “Jesús nos enseña a dirigir toda nuestra atención a Dios” (El pan bueno de nuestra fe, Buena Prensa, Ciudad de México 2009, Pág. 18).

Dios, al hacerse hombre,
no acepta jugar con ventaja!

El Evangelista Mateo presenta la seductora tentación del poder en su triple dimensión: riqueza, prestigio y dominio. La absoluta lealtad de Jesús al Plan Divino provocó la derrota del enemigo (véase v. 11). Para Mateo, esas tentaciones anticipan las propuestas contrarias a un mesianismo triunfalista, que Jesús iría rechazando a lo largo de su vida.
Al inicio de la Cuaresma, con profunda gratitud reflexionemos sobre el misterio que entraña la humanidad de Jesús, la cual le permite comprender nuestras limitaciones, “pues no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, ya que ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4, 15).
Dios sí que nos comprende, porque, al hacerse hombre, ¡no acepta jugar con ventaja!
El sábado 25 de febrero celebramos cuatro décadas de nuestro queridísimo Instituto Bíblico Católico. Nuestro Pastor Diocesano, en la Homilía, nos exhortó a bendecir al Padre, que nos ama con entrañas maternales, concluyendo que la Palabra de Dios es el corazón de la Iglesia.

Etiquetas:

Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets