La Ballena Azul una post verdad o una pesadilla post-moderna

Fabián Acosta

Las redes sociales tienen un poder hipnótico; si lo permites; o te toman con la autoestima en quiebra, hundido en inseguridades y demás psicopatologías  Facebook, Twitter, WhatsApp…  pueden convertirse en toda una adicción; una bastante destructiva; como lo son la mayoría de los vicios.
Muchas de las críticas y advertencias  acerca del poder enajenante de la televisión podrían ahora atribuirse, con más argumentos y pruebas, a la Internet. “La televisión a muerto; viva la Internet”.
Antes de la invasión de los smartphone, un par de décadas atrás, cuidar a  niños y adolescentes de la “caja idiota” (la televisión) no requería de un uniforme oficial de Gestapo o de la KGB; para un madre promedio resultaba fácil supervisar lo que veían sus hijos en los seis canales locales y nacionales no pasaban en promedio de seis; un par o un poco más tenían barra infantil conducida por personajes que parecían sacados de una canción de Cri-Cri: el tío Carmelo o Gamboín, el Gato GC. Sixto… (TVO y Gabriela Ruffo son tema aparte).
Ahora saber qué tipo de contenidos culturales consumen las nuevas generaciones no resulta tan fácil. El Internet y las redes sociales ponen a su alcance infinidad de videos, imágenes, mensajes de texto y las exponen a interactuar con todo tipo de desconocidos: muchos ellos pueden ser verdaderos criminales, sociópatas y demás misántropos que saben, como el ruso de 21 años Phillipp Budeikin, utilizar la tecnología para fines deshonestos y destructivos.
Budeikin fue el supuesto creador de un sistemático y pernicioso reto de Internet llamado la Ballena azul; cada uno de los cincuenta pruebas de referido reto van conduciendo al participante tomar la decisión de suicidarse. En Rusia, 130  jovencitos, de ambos sexos, presumiblemente terminaron con sus vidas influidos por algunos de los administradores del grupo F57, fundado por Budeikin, al interior de la red social VKontakte (el Facebook ruso). Periódicos y medios de comunicación de España, Brasil, Venezuela, Chile, Colombia… empezaron a reportar casos similares de suicidios inducidos relacionados con el movimiento de la Ballena Azul. 
En México, el tele-drama La rosa de Guadalupe le dedicó un capítulo en el que describe la dinámica del juego: una joven con problemas de violencia intrafamiliar y de acoso escolar es enganchada, vía sus redes sociales, por un administrador; quien le impondrá un reto diario, a lo largo de 50 días: las pruebas consistieron en infringirse heridas, despertar en la madrugada para ver películas de terror, mantenerse de pie al borde de una edificio…; con mefistofélico rigor y sistematicidad, el juego va insensibilizando a la víctima, inhibe su instinto de sobrevivencia, lo familiariza con la muerte y finalmente los invita a comprometer la propia vida en un último reto: el brincar desde una construcción lo bastante alta.
Algunos medios han calificado a la Ballena azul de mito urbano; de post verdad sensacionalisita que da tema para una película o serie tipo Black Mirror. El ex estudiante de psicología y supuesto creador del reto, en una entrevista presumió su total indolencia por el fatídico destino al que sentenció a muchos de sus seguidores. Dueño de sus voluntades decidió sus muertes. Cual Nietzsche de Internet, afirmó que le hizo un bien a la sociedad; la depuró, pues según su torcida lógica merecían morir dada su falta de inteligencia y voluntad; gracias a estas carencias siguieron ciegamente los pasos o pruebas de un seudo rito de Internet ideado por un aprendiz de líder sectario, cómo él, que los condujo consciente y libremente al precipicio.
De ser la Ballena azul un simple mito urbano, una post verdad, no deja de preocupar el hecho de que resulte verosímil o creíble que a través de las redes sociales un demente pueda reclutar a miles de jovencitos para iniciar un seudo culto suicida. Si el cetáceo turquesa es una moda de Internet real, pero ya bajo control; igual alarma es el hecho de que esta sea una tendencia cultural sintomática del vacío y de la desorientación que sufren nuestros nativos digitales; a quienes la ley protege contra el “totalitarismo” de sus familias dado que el niño tiene derecho a decidir; y cuando lo hace elige una Ballena azul.

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