La hermosa vocación de ser maestro

La hermosa vocación de ser maestro

Por Francsico Xavier SÁNCHEZ |

Todas las profesiones son hermosas, todas son útiles e importantes, pero hay una en particular que expresa lo mejor del ser humano y es la de ser maestro. ¿Maestro de qué? De lo que sea: de química, literatura, gastronomía, danza, artes plásticas, etc. ¿Por qué? Porque todos somos como semillitas esperando crecer y los maestros son los jardineros que Dios ha enviado para regarnos.

El Maestro de maestros es Jesucristo. De él debemos inspirarnos. Sus discípulos le llamaban “Rabí” es decir maestro, porque entendían que él había llegado para hacerlos crecer, para sacar lo mejor de ellos mismos, para elevarlos a un plano mayor de humanidad. Es hermoso el dialogo de Jesús con Nicodemo aquella noche en que el fariseo fue a interrogarlo. “Nicodemo fue de noche a ver a Jesús y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces, si Dios no está con él” (Juan 3, 2). El título de maestro no nos lo da un papel, sino el contacto con cada alumno, el cara-a-cara del encuentro. Cada alumno cuenta, cada alumno tiene su propia historia, sus propios problemas, sus propias grandezas.

Después de Jesús están nuestros padres, a quien Dios ha puesto como nuestros guías, sin pedirles parecer ni a ellos ni a nosotros. Extraordinario misterio el de la paternidad y el de la maternidad. Padres ricos y padres pobres, buenos y malos, alcohólicos y mujeriegos o abstemios y virtuosos, pero todos compartiendo el mismo compromiso existencial: tratar de educar a sus hijos lo mejor que ellos puedan. Que gran satisfacción cuando los padres logran ser los primeros y más grandes educadores de sus hijos. Que hermosa respuesta dio Jesús cuando uno de sus discípulos le dijo: “Maestro muéstranos al Padre, y con eso nos basta. Jesús le respondió: “Felipe ¿Cuánto tiempo tiene que estoy con ustedes y todavía no me conoces”. “¿Por qué me preguntas muéstranos al padre?” Quien me ve a mí ve a mi Padre”. (Juan 14, 8-9). Esto significa que normalmente viendo a los hijos intuimos cómo fueron sus padres, porque los hijos reproducen en gran parte lo que sus padres les enseñaron.

Y finalmente están los maestros que vamos teniendo a lo largo de nuestra vida: desde el kínder hasta la universidad, maestros de oficios, de deportes, de artes, etc. Desde los maestros que nos enseñaron a hacer circulitos y palitos para tener posteriormente la mejor caligrafía posible, hasta los maestros de posgrado. Todo esto sin olvidar a los maestros sin titulo universitario pero que enseñan a partir de su propia sabiduría. Esto me recuerda al profesor de primaria el Sr. Germain, que tuvo entre sus alumnos en África (Argelia) a un niño muy pobre, huérfano de padre y con una madre casi ciega que trabajaba como sirvienta para poder sacar a su hijo adelante. El Sr. Germain encontró entre sus alumnos a éste niño muy brillante llamado Alberto que no tenía la capacidad económica para proseguir sus estudios, y trató de ayudarlo motivándolo y encontrado ayudas que le permitieran seguir estudiando. Ese niño logró estudiar y con el paso del tiempo llego a ser filósofo, literato y premio Nobel de Literatura en 1957. Comparto la carta que Albert Camus envío a su profesor Germain, pocos días después de hacer recibido el Premio Nobel de literatura:

            Querido señor Germain:

He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. 

Le envío un abrazo con todas mis fuerzas.

                                                             Albert Camus

El día de hoy día, del maestro, quiero agradecer a todos los profesores que he tenido a lo largo de mi vida. A Jesús mi Maestro por excelencia, a mis padres y a todos mis maestros que tuve desde el jardín de niños hasta la Universidad de Paris IV, la Sorbona. Gracias en particular a mi profesora de 5º año de primaria que tuvo tanta confianza en mí que decidió otorgarme el 3er lugar en aprovechamiento escolar. A mí, un niño pobre, tímido e introvertido, que a veces no levantaba la mano para responder más por timidez que por falta de conocimientos.

Bendito seas amado Señor por seguirnos enseñando que tú eres Camino – Verdad – y Vida a través de los maestros que vas poniendo en nuestro camino. Gracias finalmente amado Señor por permitirme ser sacerdote y ser profesor de Filosofía.

Francisco Xavier

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